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SUDORES DE VERANO. Llaman de una empresa de transporte urgente:
-Oye, ¿vais a estar? Porque si no vais a estar me ahorro el viaje con la dichosa bici.
Me abruma tanta confianza. Le digo que claro que vamos a estar, de hecho yo ya estoy.
-No te moverás, ¿eh?
Al rato, llamada al portero automático:
-Que ya estoy aquí con la bici. Que si la subo o bajáis a buscarla. No vaya a ser que la suba y luego vosotros queráis que la deje aquí, en el portal, o qué se yo.
Bajo a buscar la bici. Enseguida me cae bien el tipo del transporte urgente.
-Anda, firma aquí que me abro.
Firmo y, en efecto, se abre. Y pienso en la de viajes inútiles que hacen los del trasporte urgente cuando nadie les abre, cuando les hacen subir ocho pisos para nada, para decirles que no aceptan el paquete, el elefante o lo que sea.
Oficios aleatorios, peligrosos, sudorosos. Como todo lo urgente.
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Publicado el jueves, 31 de agosto de 2006, a las 8 horas y 55 minutos
[1] Nunca llama dos veces. Yo siempre bajo al portal (tres pisos sin alcensó) cuando la cartero (así lo dice ella, probablemente para que no la confundan con un monedero) me trae un certificado.
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