UN EQUIPO DE BÁSKET. La abuela tenía muy mal pulso, pero se empeñaba en dar personalmente los potitos a los niños. Cinco inocentes pasamos por sus manos, cinco víctimas acostumbradas desde el principio a poner la boca en la cuchara, porque la abuela era incapaz de poner la cuchara en la boca. Cuántas cucharadas en el ojo, en la oreja, en la barbilla. Pero qué pronto aprendíamos. El hambre nos espabilaba, y enseguida adivinábamos por dónde iba la distorsión en la puntería de la abuela.
"¡Cesta!", decíamos los más mayores a los más pequeños cuando la cuchara y la boca coincidían. La abuela se ponía contenta pensando que su habilidad había logrado el milagro.
[Versión para imprimir]
[Enviar]
Publicado el lunes, 13 de noviembre de 2006, a las 9 horas y 06 minutos
[1] cuellos sanos. Seguro que después de aquello ningún nieto ha sufrido tortícolis. Agilidad precoz en el cuello. Gracias a la abuela.
[2] Avioncito. En mi casa, con las cucharadas de los potitos se hacía el avión. La cuchara salía del pote y volaba, ñiaooo, trazando algunas curvas en el aire, ñiaoooo, hasta que aterrizaba en la boca. En este caso, tu abuela habría sido la Mohammed Atta de los potitos.
[3] Uy, uy. Más mayores? He leído bien? Menuda reprimenda nos hubiera supuesto a algunos. No hay el mismo rasero para todos, no hay.
Comentado por
Anacleto | 13/11/2006 20:40
[4] mejor asi no?. Mejor ver cucharas caer en barrena que no ver ninguna no? en fin, recuerdos entrañables..
|