[Bestiario.com] Letras enrededadas. Nudos de la literatura entre la red y el papel

ÁNIMOTERAPIA. No estás del todo bien: debilidad, cansancio. Estás, vaya, hecho unos zorros. Entonces llega el optimista:
-Te veo bien.
Estás a punto de decirle que se limpie las gafas, que vaya al oculista, que tenga más pesquis, pero optas por poner tu peor cara, para infundir compasión.
-En serio, te veo mucho mejor que la semana pasada.
La semana pasada zampabas alubias, ibas al monte, leías incluso a Philip K. Dick.
-Además, hay que tirar para alante. Luchar.

No sé a qué se refiere el sano con lo de "luchar". Se imagina que la enfermedad es como un combate de boxeo: te dan pero contestas, te tumban pero al caer le pones la zancadilla al rival. A un pastillazo respondes con un palíndromo.

-Pues mira -le dices al optimista-, estoy bastante jodido, lo que pasa es que me ves con buenos (y miopes) ojos.

Y entonces viene lo que más temes: la palmada en la espalda, el codazo cómplice en los riñones, el puñetazo cariñoso en el hombro:
-Venga, chaval.

La enfermedad es una lucha contra los sanos.

[1] La pupita mala. La pupita es mala. Y los animosos, aunque bienintencionados, pues no siempre aciertan. A mi me gusta lo de la compasión, que pega con la compañía y con la concordia. Ya ves, nada de palíndromos pero si medio latinajeces y etimologías de andar por casa.
Por cierto, a mi lo de las ovejas de P. K. Dick me pareció muy sugerente, pero bastante deshilado. Igual sería cosa de la traducción castañota, no se.

[3] Mis virus y yo. te damos la razón. Y no sólo contra los sanos, sino contra los médicos vocacionales que parecen llevar dentro, y que lo arreglan todo bebiendo mucha agua, con limón, tomando miel a cántaros y dándose baños de vapor.

[5] "La enfermedad es una lucha contra los sanos." Es buenísimo. Y bueno, yo ten envío, mi simpatía y empatía. Mucho ánimo para llevar con paciencia a los sanos. La ceguera también es digna de compasión.

[7] Moral. Para que un acto sea bueno no basta con la intención. Al menos al sano hay que pedirle com-pasión, saber ponerse en tu lugar; si no lo percibe habrá que hacérselo ver, quizá mandándole expresamente a la mierda (con una clara intención de mejorarle, claro).
Todo mi apoyo

[8] Empatía. Yo prefiero la empatía. El término "compasión" está viciado. Me suena a pasar la mano por el lomo.

Me gusta más ese "hacer propia la experiencia de otro" de Edith Stein que el "padecer con", que casi merece como respuesta: ¡y tú qué c... sabrás!

Toda mi empatía, pues, desde mi batiscafo en el que casualmente mi entrada de hoy se titula "blogoterapia". Y conste que no había pasado antes por aquí.

[9] Qué cierto. Es una tortura china la convivencia con sanos animadores perpetuos o preguntadores incansables. En la película Entre copas, el secundario es un auténtico pesado, optimista cien por cien, pero esconde una grave frustración en su felicidad tonta. En cambio, los taciturnos o introvertidos tristes suelen guardar tesoros.

[11] Casta. Creo que se lo oí a Eresfeo. Un hombre (me parece que un cura) estaba en las últimas en el hospital. El visitante le preguntó:

-¿Qué tal estás?
-Hombre, para estar agonizando, bastante bien.

[12] Allez, allez. Vale, los animadores/optimistas excesivos cansan o mosquean, sí, pero ojo con los agonías, los cenizos y los agujeros negros, que tampoco es plan.

De mi autobiografía ciclista, dos ejemplos de animadores en los puertos.

-Animador bienintencionado: "Venga, que te quedan 500 metros, ya se acaba ahí". Desastre. El ciclista se confía, aprieta para terminar pronto la cuesta, pero en realidad faltan tres kilómetros empinadísimos, se desfonda cuando aún le quedan dos y mientras agoniza se distrae ofendiendo la memoria de los muertos del animador.

-Constatador de la cruda-pura-dura realidad. El ciclista, descolgado en la subida a un puerto interminable, jadeante en pleno chaparrón, ve a una señora bajo el alero de un caserío. "¿Cuánto queda?". "Uf, te queda lo peor, ahí delante se retiró Induráin". (Alto de Ubal, Carranza, 1995).

[13] Sí, los cenizos tampoco son mancos. Te cuentan de un primo que sobrevivió sólo tres meses a un tumor, de la suegra que estuvo "luchando" con la enfermedad para al fin palmar. Pero los prefiero. Ayer, sin ir más lejos, un "amigo" me dio una palmada que casi me desloma, y luego dejó la mano en mi espalda como dándome friegas de ánimo. Suerte que aquí no hay armas (a la vista).

[14] !Resistir!. Resistir es la clave. Se trata de aceptar lo que pasa y plantar cara a la cuestión. Que no es poco.

Los médicos saben de enfermedades pero no de enfermos. Se dirigen a nuestros males pero no a nosotros.

También está muy bien tener alguien al lado para hablar, para quejarse, para escuchar, para callar...

A mí me ayudó mucho rezar a Juan Pablo II. Es un gran compañero en el dolor.

[16] Y los que dicen: «Anímate». Con toda su buena intención, claro. Les explicas una y otra vez que paren ya de decir eso, que no va por ahí la cosa. Ellos, venga que dale: «Anímate, hombre, lo mejor es animarse.» Una doctora lo expresó muy bien: «¿Sirve de algo decirle a un diabético "Produce insulina, hombre"?» Pues eso.
Menos buenas intenciones y más preguntar una vez y cerrar la boca cuando no hay nada de ayuda en lo que se dice.
Un saludo