|
DORA (IX). Yo no entendía por qué Dora se enrrollaba tanto con la triste historia de su ex -marido. A fin de cuentas todo indicaba que no le había cogido cariño con el paso de los años. Tal como hablaba de él se diría que lamentaba no haberle propinado, además, un buen par de bofetadas y una patada en los cojones. Tampoco arrastraba el estigma de “el primero de todos”. El payaso no había sido un amor adolescente retozando entre apuntes de sociales sobre la hierba de los jardines del instituto. Fue una relación tardía para rascarse mutuamente la espalda mientras llegaba algo mejor.
Aquella diarrea verbal de Dora le permitía empalmar unas historias con otras como en la mesa de montaje de una película. Corta, pega y derecho al cerebro. La cabeza le iba a cien por hora. Las palabras le caían hacia la lengua y saltaban como palomitas calientes. El efecto era tan hipnótico que no supimos reaccionar cuando nos espetó:
-Yo os cuento lo que haga falta, pero el servicio me lo tenéis que pagar igual.
Flotando en aquel silencio repentino, quedó ese pitido agudo que aparece después de forzar los oídos.
-Son tres mil cada uno.
-¿Cómo?-contesté.
-Si, yo también como, por eso cobro, hijo- Es evidente que no tenía ganas de lucirse con los chistes.
Hasta ese momento la actividad comercial que Dora desempeñaba entre bambalinas nos era desconocida así que para alguien que se hace pasar por periodista lo lógico era preguntar:
-Y ese “servicio” ¿En qué consiste?
Encendió un cigarro y se quedó mirando el techo de la caravana mientras todo su cuerpo exhalaba bocanadas de impaciencia.
-Un tío llama a mi puerta .Yo le doy los buenos días y él me da tres mil pelas. Después le saco la polla y le hago un trabajo manual. A veces incluso hablamos. En eso consiste cariño. Si no has terminado en media hora vuelves al día siguiente. Vosotros ya lleváis más de veinte minutos.
El café (se) corre de mi cuenta.
[Versión para imprimir]
[Enviar]
Publicado el sábado, 30 de junio de 2007, a las 6 horas y 37 minutos
[1] El esperado regreso de Dora. Cuánto te he echado de menos. Dónde te dejo mis tres mil calas?
|