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FANTASMAS DEL FUTURO. El hierro dulce de los trenes levantó polvaredas de hojarasca y todos los animales pequeños corrieron a ocultarse en sus guaridas. Desde entonces hay una brecha abierta en el aire de los valles. La terca presencia del futuro impuso la lógica del carbón y sus derivaciones. Enormes chimeneas crecieron alimentadas por el humo como árboles milenarios y los espíritus del bosque, cansados de dormitar aburridos sobre el musgo, bajaron a las fábricas siguiendo el curso de los ríos.
Los perros ladraron por última vez hacia la cara oculta de la luna protegidos por la sombra nocturna de las casas del pueblo. Los pájaros anidaron en lo alto de los postes de la luz e intentaron aprender a navegar a favor de las nuevas corrientes electromagnéticas.
Cuando los trenes abandonaron la estación al pie de los montes, la hierba ocultó de nuevo las vias, pero las casas estaban ya deshabitadas. Llovía en el interior de sus delicadas alcobas. Ese agua moría escaleras abajo hacia los sótanos ciegos, arrastrando muñecas de cartón-piedra, botellas vacías y zapatos viejos.
La memoria de las minas escrita con esmerada letra inglesa, resistía dormida en enormes fajos de papel pautado sobre convados y resecos anaqueles de madera. Un día la pared que los cobijaba cedió a los rigores del invierno y las nubes disolvieron la tinta que recordaba las cifras del carbón. Parecía que el tiempo desandaba el camino pero los aviones ya nadaban en los ocultos lagos de montaña y los espíritus del bosque abandonaron sus harapos melancólicos entre las ruinas de la fábrica para conquistar la órbita de los satélites de comunicaciones.
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Publicado el miércoles, 30 de marzo de 2005, a las 14 horas y 33 minutos
[1] La pintan calva. Es otra ocasión entre ocasiones.
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tecla blanca | 01/4/2005 21:37
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