ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA.. Crees estar durmiendo, acostado sobre tu lado izquierdo, en el campo (algún lugar indeterminado entre tu casa y el borde de la tierra), pero tu cuerpo no mantiene contacto con el suelo. Duermes encogido en el banco de un parque sitiado por carreteras de innumerables carriles que vomitan una continua catarata de coches somnolientos hacia el centro de la ciudad.
En este lugar no hay nada limpio. El campo no es enteramente campo. Está sembrado de pequeñas construcciones repartidas anárquicamente a lo largo de kilómetros y kilómetros de ciega desolación. Se extiende como una maldición alternando casas, almacenes, chabolas y recintos donde la hierba comparte el abandono con deshechos industriales de toda procedencia.
La sombra de un avión se duele sobre el terreno erizado de carteles publicitarios que ofrecen un decorado alternativo demasiado generoso. Las perspectivas del paisaje se curvan caprichosamente, atrapando en volutas la parte baja del cielo de modo que no hay una frontera definida entre uno y otro. Solo ese accidente, ese mordisco con el que se mutilan diariamente a la altura del horizonte.
Protegido por el banco y la sombra del avión. Guardando celosamente el último residuo de calor agazapado en el estómago, se puede dormir entre el cielo y la tierra.
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Publicado el martes, 19 de abril de 2005, a las 13 horas y 29 minutos
[1] ojo. Véndeme un ojo para poner en nuca. Así olería la traición a tiempo, y dejaría de estar tan maltratada por la vida.
(Gracias anticipadas)
[2] Noemí haz como el perro de Samaniego. Bebiendo un perro en el Nilo
al mismo tiempo corría.
«Bebe quieto», le decía
un taimado cocodrilo.
Díjole el perro prudente:
«Dañoso es beber y andar;
pero ¿es sano el aguardar
a que me claves el diente?»
¡Oh, qué docto perro viejo!
Yo venero su sentir
en esto de no seguir
del enemigo el consejo.
Un saludo
Comentado por
Manu | 19/4/2005 14:22
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