|
LA PRADERA Y EL TIEMPO.. Miré hacia fuera, a través de los ojos del caballo, y sentí un escalofrío cuando el viento movió las crines.
Con los pulmones llenos de aire quise beber leguas de hierba fresca a gran velocidad. Seguí ese impulso y tras una breve carrera para desfogar, me dediqué a observar-como siempre solía hacer-desde lo más grande a lo más pequeño.
El jadeo de la galopada cesaba dejando atrás una sensación dulce y narcótica. Así pude fijar mi atención en lo que estaba ocurriendo.
A la izquierda, cinco árboles solitarios desfilaban mitigando el vértigo de aquel plano infinito alfombrado de tonos azules. Los átomos del tiempo volaban por el aire todos en la misma dirección, con prisa, pero dejándose ver; como una inmensa trama de pájaros negros y ordenados.
Sentí un cosquilleo y dejé caer la vista sobre las patas del caballo donde algunos filamentos de hierba comenzaban a rodear peligrosamente las pezuñas. El tiempo pasaba, y no me quedó más remedio que olvidar el paisaje y volver a galopar.
[Versión para imprimir]
[Enviar]
Publicado el domingo, 24 de abril de 2005, a las 5 horas y 08 minutos
[1] Omnividente. Empiezo a pensar, amigo Toño, que no sólo eres clarividente sino también omnividente: eres El Que Todo Lo Ve, ya sea mediante ese insólito ojo tuyo de la nuca o a través de los ojos de un caballo. Empiezas a asustarme.
|