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EVOLUCIÓN. El parque, atestado de gente, embota los sentidos con ese griterío infantil que se desplaza a ráfagas como un desorientado enjambre de abejas.
Hay tres niños por cada adulto. Madres y padres soportan a pie firme las evoluciones de sus hijos. Cada uno de ellos solícito y disciplinado como un mayordomo inglés, atentos a sus necesidades más inmediatas. Disponibles y sacrificables.
Los niños se divierten, pero el tiempo pasa.
En un momento, ese lapso de tiempo que tardas en volver la cabeza al oír un ruido a tus espaldas, transcurren varios años. Los adultos envejecen a gran velocidad. Para los niños el tiempo pasa despacio, a sesenta segundos por minuto.
Los padres parecen pensativos pero sus cabezas no trabajan más que lo estrictamente necesario para favorecer el cuidado de sus hijos. El ruido de la prole vociferante bloquea cualquier otra actividad cerebral. La naturaleza de las crías genera ese tipo de estrategias básicas para la supervivencia.
Los niños se divierten, el tiempo pasa.
Todos los adultos van cayendo muertos uno por uno, como fulminados por una maldición, ante la indiferencia del resto de pobladores del parque. No tardan en convertirse en la arena que moldea los castillos de los juegos infantiles. Los cuerpos que aúnconservan su forma primitiva se desmoronan al menor golpe de palas y rastrillos de plástico. Son diseminados por todo el arenero, transportados de aquí para allá en calderitos de colores, tan pronto acumulada en montoncitos como arrojada al viento, obligada a volar como un fantasma de barro que no tarda en caer vencido a los pies de los columpios.
Los niños se divierten pero el tiempo pasa.
Ahora crecen a ciento veinte segundos por minuto y los juguetes empiezan a quedar abandonados en los límites del parque, como barridos del escenario central, víctimas de nuevas hormonas en la sangre.
Los niños crecen y el tiempo vuela a doscientos cuarenta segundos por minuto. Pasean en grupos observándose mutuamente, primero separados por sexos, después en parejas.
Caminando sobre un piso de arena compactada de tanto ir y venir, de tanto ritual de cortejo, los niños comienzan a pensar en tener sus propios hijos.

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Publicado el martes, 17 de mayo de 2005, a las 13 horas y 10 minutos


[1] Por eso a mis hijos solo les dejo que jueguen a la Playstation.
Comentado por nadie | 17/5/2005 18:06 | futuroperfecto.blogia.com






Ilustración de Toño Benavides
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