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SABEMOS QUE ESTÁ AHÍ. Oculto a la curiosidad de la gente y al interés de los científicos, el Bicho de Barro permanece agazapado en un rincón de la última planta del garaje subterráneo de la casa.

Después de sufrir el envite de toda la artillería de los laboratorios, quedó abandonado a su suerte. Los ordenadores no arrojaron datos inteligibles. El interrogante que planteaba su mera existencia no tenía respuesta y los sabios tomaron una sabia decisión: Olvidar.

Ahora el bicho sobrevive entre las ruedas de los coches y las manchas del aceite de los motores. Imaginamos que el ambiente le es propicio.

Nadie lo busca pero todos saben que está ahí: una caries en los cimientos de la casa arrastrando su cuerpo en tinieblas, rozando su torpe forma contra los pilares como una foca herida.

En los pisos altos la gente sigue viendo la televisión.

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Publicado el lunes, 6 de junio de 2005, a las 15 horas y 43 minutos








Ilustración de Toño Benavides
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