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AZAR. Estuve mucho tiempo sobre el mismo dibujo: una vaca ofreciendo todo su costado a la vista. Sin preocuparme por ninguna otra cosa. Despierto y concentrado en una tarea que acabó pareciendo más la de un relojero que la de un artista.
Me dediqué a distribuir lo más “azarosamente” posible las manchas de la piel. Primero una grande, luego un par de ellas algo más pequeñas y así hasta terminar con unos rápidos toques en las patas.
Cuando acabé no parecía la piel de una vaca. Parecía... eso: un grupo de manchas distribuidas en la piel de una vaca.
Muy lejos del azar, eran manchas puestas allí cuidadosamente una por una. Parecía una vaca disfrazada de vaca.
Me fui al ordenador. Explorer---Google---Imágenes---Vaca.
Guardé varias fotos. Abrí una en Photoshop, donde se veía la vaca de costado y seleccioné un cuadro en la zona central de su panza.
Aquel trozo de vaca, sin patas, sin cabeza, sin rabo, sin cuernos; delimitado por líneas rectas y ángulos de noventa grados, seguía siendo una vaca.
Volví al dibujo y escribí en el borde: “No imitar el azar” (Copiar quinientas veces).
No había vuelto a acordarme hasta ayer, cuando me puse a pintar una cebra.
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Publicado el domingo, 25 de septiembre de 2005, a las 20 horas y 02 minutos
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