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BOB DYLAN, ALFRED NOBEL Y YO EN PIJAMA. . Javier Rioyo está gordo y me cae gordo, pero eso no me impide reconocer que ayer fue capaz de cogerme por una manga del pijama y tenerme un buen rato de pie delante de la tele, en un me voy-no me voy a la cama a cuenta de su entrevista a Rodrigo Fresán en Estravagario (La 2). Este escritor, argentino y dentón a partes iguales, conjuga ambas cualidades sin que la una estorbe a la otra: habla como un argentino (mucho y bien) sin que los fonemas palatales se le atasquen en los piños.
En una encadenación de fonemas de todas las variantes, Fresán explicaba que está preparando un libro en el que traduce varias canciones de Bob Dylan y cuenta la historia de cada uno de esos poemas musicados que son en realidad sus composiciones. Como en las buenas historias de cama una cosa llevó a la otra y Fresán contó cómo una vez acabó asaltando el escenario junto a un indio americano para arrodillarse y venerar al Dios Dylan, cómo descubrió su música…
En un puro frenesí dylaniano, Fresán no dudo en reclamar el Premio Nobel para el rockero que cantó ante el Papa Juan Pablo II. Ni siquiera titubeo cuando Rioyo planteó el dilema: Bob Dylan o Philip Roth. Y me pareció lo más normal del mundo. Y no me pareció una boutade. Y no creo que Fresán bromeara. Ni que sea una locura, una tontería o una ocurrencia propia de un argentino dentón. Pero cuando conseguí que el pesado del Estravagario me soltara el pijama, y chancleteando por el pasillo hacia la cama me entró una terrible sensación de angustia. Me dio por pensar que Bob sería aceptado en el olimpo de la Cultura con C mayúscula de clasificado (y archivado) porque le consideran un poeta. No un rockero. El tiempo amansa a las fieras y convierte la contracultura en candidatos al Nobel, le quita la guitarra y la armónica y le pone un premio en el regazo. Son unos tahures.
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Publicado el jueves, 17 de noviembre de 2005, a las 19 horas y 33 minutos
[1] Triste. Triste pero cierto. Me ha gustado este último escrito, mucho.
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