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		 CALEXICO. SALA ALBENIZ, GIJÓN. 20 OCTUBRE. . He aguardado siete días con sus siete noches para escribir algo sobre este concierto. He apretado los puños y cerrado los ojos con el deseo de que al abrirlos, de las yemas mis dedos manaran elogios sin fin. He esperado, y esperado, y todo en balde.  
	Siempre he dicho que la primera impresión no es «la» buena; pues la última no «es buena». El pedigree fronterizo que hace distintos los discos de Calexico se volvió fanfarria en su traslación al escenario. Y es que aunque el gringo se vista de chicano, gringo se queda. La «fiesssta» me pareció impostada, y no terminé de creérmela. Cuando en un momento dado, uno de sus temas se transformó en el «Desaparecido» de Manu Chao empecé a rascarme el cogote y a mirar al suelo. La gente bailaba con una sonrisa de oreja a oreja, y yo no. 
	Es cierto que aquello sonaba apabullante, pero cuanto más sonaba, yo más buscaba a la banda. Y solo encontraba a un solista, Joey Burns, respaldado por músicos de acompañamiento; y eso incluye a su colego John Covertino, camuflado, casi invisible, detrás de su batería.  
	Su último disco pasa por ser el menos mariachi de todos. Pues que bien. A mí lo que más me gustó fue su versión del «Cruel» de «Garden Ruin». Sin trompetas, ni acordeones, ni ayayayes, fue de lo mejorcito. 
	Ah, hubo una versión de Love. Pues bueno. 
		
		 
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		Publicado el viernes, 27 de octubre de 2006, a las 17 horas y 38 minutos 
				 
		
		 
		
		
		
		
		
					
		
		
		 
		 
		 
		 
		 
		 
				
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