«VOLTA». BJORK
. Bjork me deslumbró en el 93. Fresco y atrevido como la colonia
Farala, ese «Debut» me sacó la cabeza de debajo del
indie rock de la época y me obligó a pegar, aunque solo fuera una oreja, al pop electrónico.
Con el tiempo y unas pinzas depilar, la entonces cejijunta islandesa, ha ido moldeando una carrera casi impecable. Cada nuevo disco viene precedido por una oleada de expectación que le da dos cuerpos de ventaja respecto al resto de competidores. Sus discos suelen incluir una dosis de riesgo y dos o tres hallazgos/extravagancias que le dan ese plus
intelectual (¡puagh!) que cotiza en la bolsa de tendencias.
También es cierto que si uno, las tendencias se las pasa por el forro, sólo verá en Bjork a una
frikie arrivista, que siempre se acerca al sol que más calienta (ahora tocan
Antony y
Timbaland). Por cierto, ¿no es eso lo que siempre ha hecho
Madonna?
Yo soy prisionero de Bjork. Me hipnotizó hace una década y me tiene sorbido el cerebro. Pero hoy, de camino al trabajo, con su nueva «Volta» de tuerca enchufada al oído,
Matrix ha tenido un desgarro, y por un momento me he dicho.
¡Qué mal canta la jodía! Siempre el mismo tono monocorde. Si parece que lleva quince años cantando la misma cosa.
Y ¡zas!, el continuo espacio-tiempo se ha restaurado. Pero toco el disco con los dedos (el primero que me compro desde hace varios años) y noto algo extraño. No sé, no sé…
bjork.com