RUMIANDO. Nada mas salir del portal de mi casa y sin estar con la pañoleta anudada (Sin venir de una corrida de plaza, pero dejando las posibilidades atadas. A esto se le llama dejada enlatada) vino hacia mi una cabestra. Una rumiante de chicle de esas que apestan: De esas que mastican y succionan con la boca abierta.

Fui testigo por mucho más tiempo del querido, del estado de su piñorera, así como del de sus visceras descompuestas.

¿Por qué coño no cierra las compuertas?

¿Cómo narices puede una persona que se considere urbana, educada y formada, abrir esa picadora descompuesta y mostrar a todo aquel que pasaba, como maltrataba cual apisonadora con saña: pica, bate y rebate, una masa acomplejada y completamente desarmada?

Yo necesitaré ayuda de un especialista en nutrición. Lo cierto es que no la visión no fue grata.

La quiero disculpar. Pienso que es cosa de la edad. Hay generaciones que nacen mascando goma. Otras programando hasta el biberon. Y otras que por desgracia o por suerte, nacieron con el don de la naturalidad.

Pero fuera de su habitat, el campo, son como una patata agujereada en medio de un cotillón de gala. Hacen gracia al instante, pero pasados las agujetas de la risa y una vez contenida la eyección inminente, te das cuenta que uno tiene tan poca educación, como el sujeto en cuestión, si entra a trapo ante una paja.

Como era aquello que dijo ese barbas: ...Ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio.

Desearía que una buena amiga la dijera: "Procura que no se te vean las amígdalas". Si la viera una de las mías, la del alma, la diría sin contemplarla si la importara:"Cierra esa bocaza y mastica con un poco más de gracia que pareces una vaca".