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¡HASTA EL MOÑO!. Cuando a un animal de costumbres le aniquilas la costumbre, ¿Qué te queda? Pues un animal.
Y lo reconozco, lo soy cuando pierdo mis sanas mañanas.
¡Estoy hasta los mismísimos calcetines de que la señora vecina con perro y bata, me despierte cada mañana!
Me revienta cada ladrido, también los del perro. Pero sobre todo, me exaspero sabiendo que la importa mi sueño algo así como NADA. ¡CERO!
Odio el olor a perro muerto. Y lo odio porque no lo huelo.
Me molesta un buebo que ese patrono de pulgas y pelos viva mejor que muchos niños enfermos.
La oigo hablar con el paquidermo y reconozco que son tal para cual. Lo único que me cuesta adivinar es quién de los dos tiene cerebro.
Hoy tengo mala leche. Es andar y ver una cagada... y pensar inmediatamente en que todos los días a las siete me despierta un meón, que insiste en empapar los jardines con sus babas y sus entrañas.
Y es que cuando uno duerme a sus anchas y se despierta sin jurar venganza, hasta las insoportables obras parecen mejoras escalonadas.
Hoy desde luego invitaría A TODOS a perritos calientes, con o son dientes.
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Publicado el miércoles, 24 de enero de 2007, a las 18 horas y 12 minutos
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