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EN LAS OBRAS.... Ya los viejos no se conforman con mirarlas y contarlas. Ahora han pasado de la visita tipo museo, a la película de acción, con sólo mover su bastón.
Se reúnen en manadas, y con la fuerza de las cachabas acceden a otro mundo sin disturbios. Sólo existen los puros, las cartas y la próxima obra que inagurarán mañana.
El de hoy, no andaba, ¡trepaba!
Sin casco, pero con boina. Sin chaleco reflectante, pero con un pellejo que asustaba. No llevaba botas, ni siquiera una suela gorda, simplemente unos zapatos modernos. Modernos cuando les estrenó allá por la Inquisición.
Ha pasado por debajo de un andamio, se ha subido a una plataforma más que inestable y de ahí a unos ladrillos que le han permitido mirar. Porque ver, no creo que haya visto nada.
Le he perdido después de haberse metido bajo un cartel que anunciaba la obligación de llevar todos los sistemas de protección... pero él como si nada...
Ha salido por un prohibitivo camino de herramientas y derribos, siendo ya torpedeado por la mirada de un caimán con mono y gorro de ocasión, que le ha saludado con un: ¿PERO DÓNDE COJONES CREE QUE VA?
Sin inmutarse, para eso es un profesional, ha seguido andando: cachaba, izquierda, derecha, cachaba... mientras los de su era, avanzaban para brindarle una bienvenida a su manera: ¿Cómo van?... ¿Han puesto ya esas tuberías tan gruesas?...
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Publicado el martes, 6 de febrero de 2007, a las 16 horas y 01 minutos
[1] ^_^
son otra raza
[2] Demasiados músculos para enjuiciar viejecitos fugaces que sobrevuelan pirámides por mera curiosidad. Tienen exacervado el sentido del fisgoneo,
Pero tu encampanada forma de relatarlo te va a destrozar la laringe y los testículos. ¿Un poquito marimacho?. Si, que sí, sguro.
[3] Ni caso. Eres grande y excesiva, no te cortes, no dejes que te corten, guindilla.
Comentado por
Mario | 14/2/2007 01:04
[4] el silencio de las corderas. ¡Joder, guindilla!, hay que saber encajar alguna cabronada que otra. Me gusta como escribes, tia. Ese comentario lo hice por joder un poco pero me agrada tu frescura literaria. Hay mucho asesino suelto y a veces hay que transformarse en Anibal Lecter. No sigas con ese silencio de los corderos, que no te va. Haz el puñetero favor de escribir, ¡Ala, enga`!
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