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CON SAÑA. ¡Nunca cojáis unos zapatos que no sean vuestros!

Mi madre y yo tenemos el mismo número. Un 39. Las dos medimos más de ciento setenta centímetros. Podría decir que nos hicieron con la misma horma, pero, como muy bien averiguó el príncipe que buscaba a su princesa, cada pie es distinto y tiene su peculiar forma y destino.

–¡Me llevo tus zapatos marrones! (Ay, inocente!... ¡Ay, ingenua!)

Capitulo UNO: El tormento.

Ya al cruzar el primer paso de cebra, empecé a acordarme del padre del zapatero. No había llegado al mercado, cuando también un poco menos respetuosa empecé a recordar a su madre...

Y si todo hubiera quedado ahí, no teclearía con tanta tiña.

Me encontré a unos amigos, y el recado de unos minutos, pasó a ser un calvario. ¡Me río del de la Aurora!

–Vamos a tomar unas tapitas al nuevo de la esquina.

... El nuevo de la esquina no cambió de Comunidad Autónoma por centímetros... estaba a tomar por saco... Aún más lejos que donde Jesús perdió sus sandalias. Cerca de donde Zapatero perdió su gracia.

¡Qué daño!

Capitulo DOS: El suplicio.

Con cada paso fui pasando de familiar... y cuando me quise dar cuenta, ya esta maldiciendo al primo lejano que se fue a Hawai, y cambió la zapatería por la cría del canguro enano. Pero a mí me daba igual. En mis pensamientos, todos tenían que pagar el paso tan doloroso, del rozón a la ampolla y de ahí a la latente herida que me estaba dejando la carne viva.

Capitulo TRES: La condena.

Diréis: ¡Seguro que no fue para tanto!

Pues os equivocáis. Y es más, tanto fue el sufrimiento, que esa condena me es válida. Me han dado un vale y ya la tengo hecha para lo que quiera.

Aquí lo pone: “Condena realizada. Validada en cualquier momento. Canjeable por un atropello, (Farruquito tenía uno de estos) y Descuento acumulable para penas cometidas con saña y desprecio.

Reíros. Pero, con esta tara, ¿cómo voy a encontrar un novio que no me quiera sólo por mi aspecto tan estupendo de tobillo hacía arriba?

¿Cómo voy a poder ganar de nuevo las olimpiadas?

Pero mira... ahora que lo pienso... lo que si voy a poder hacer es: la próxima vez que me suba a una pasarela, me va a salir la cara agria y malhumorada de forma natural y hasta con gracia.

Capitulo CUATRO: La tala.

No sé cómo coño han aguantado las geishas los pies vendados.

Y no me convence ningún argumento.

Hay amores que matan.

Y también, amores que habría que caparlos de raíz.

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Publicado el martes, 29 de noviembre de 2005, a las 0 horas y 19 minutos


[1] Zapatitos. Los morbosos de los pies cuidaríamos de ellos.
Comentado por El Puñalón | 29/11/2005 19:31
[2] Click. eso te pasa por querer lo que no es tuyo: MALA!!!

:-)
Comentado por Click | 01/12/2005 10:03
[3] Otra vuelta de tuerca. Es una forma curiosa de seguir los pasos de mi madre.
Comentado por Guindilla | 01/12/2005 15:54






Ilustración de Toño Benavides
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