EL SANGUINARIO COMUNISTA. ¡Ya ha regresado de su viaje el jodido comunista!
Y eso que para mí, no es muy jodío.
Pero mira que es sanguinario...Y como siempre a la que te descuidas, ya te está masacrando. O por lo menos lo está intentando.
No he estado nunca en ninguna matanza, pero creo que si yo hoy me hubiera descuidado, lo habría puesto bueno. Empezando por mi pantalón vaquero.
Reconozco que hay visitas que son un coñazo. O hablando en un tono más suave: un bostezo eterno.
Cuando las ves llegar, instintivamente buscas un reloj y no precisamente para pararlo y disfrutar del momento, sino para adelantarlo o incluso para animarlo: ¡Rápido, rápido!
¡Vamos bonito que tu puedes ir más suelto!
Aunque yo creo sinceramente, que lo miramos para ser conscientes, que todo trauma es pasajero, que por mucho tormento que sea, todo suplicio es viajero.
Todos hemos sufrido un calvario de historias no sólo apasionantes (Curioso que sólo lo sean para la narradora y para un individuo, que siempre ha muerto, seguro que de aburrimiento) e increíblemente eternas, (¡Y que haya gente muda!... ¡Y sorda!) sino también escalofriantemente documentadas.
(Todavía se me ponen los pelos como escarpias, recordando el trauma) y aunque me tildéis de insolidaria voy a pasar de contárosla.
Va a ser que no me acuerdo...¡Va a ser eso!...Ni aunque me pagaran un sobresueldo sería capaz de recordar quién era quién y porque no se llevaban tan bien.
Di a borrar.
¡Fui la más rápida del universo!
¡Y qué fotos..! Ahora entiendo tanto a los psicólogos, como a los quiroplásticos.
¡Qué dolor de ojos! ¡Y qué rollo!
¡Y qué control mental el mío para no bostezar!
Ni siquiera para poner careto de
aburrida-enjaulada. Prefiero una sala de espera sin revistas y con música rallada.
Ahora que lo pienso, he de sentirme afortunada, en aquella época no se hacían videos. Creo que los sufridores actuales se van a cortar las venas. Y es que ahora, sacan las mini cámaras, como el que da fuego.
Yo reconozco poniéndome en pie, que no estoy preparada para un atentado de esa magnitud contra mi persona. Contra mi paciencia, y contra mi integridad psicológica.
Sólo pensar, que inocente de ti, saludas a un conocido...¡Hay alma cándida!...antiguo compañero...¡Hay ingenua!...y decides confraternizar con lo que al minuto siguiente ya es tu peor enemigo.
Te tiene atrapada.
¿En qué momento sacó la cámara?
¿Y cómo coñ
Piiiiiiiiiiiiiiiiiii puede almacenar tantas fotos una jod
Piiiiiiiiiiiiiiiiiii camarita de los
Piiiiiiiiiiiiiiii?
¡Mierda para la censura! Y más, si es despistada.
No es que esta situación me exalte.
No es que me exaspere de una forma especial. Es que soy comercial.
Diréis: ¿Y qué? ¡Y mucho!
Mi trabajo consiste en hablar y escuchar. En invitar a platicar, cuando lo que realmente quieres, es que te diga la cantidad y te deje marchar.
Es muy difícil que os pongáis en mi pellejo, y eso que es casi nuevo.
Me encanta la gente, pero soy humana. La paciencia también se acaba.
Vas notando como va bajando el nivel. De escucha y el propio. Como ya empiezas a dirigir la conversación hacía un final menos doloroso.
Piensas como los condenados: ¡Qué pase pronto!
Llegados a ese punto, ya te da igual si va a confiar en ti y va haber negocio, o si la madre de su mujer decide quitarse el
callo o todas las durezas.
¡Piedad!
Imaginaos, aunque por vuestra salud mental, sin mucho detalle, que de forma cruel e inhumana, de pronto, cual 007, u 8, saca rápidamente una cámara. Y ahí, sin posibilidad de anestesia u oxigeno, te muestra como es esa callosidad y qué la hace apestar tanto.
¡DIOS!...¡A tomar por saco las
croquetas!
Maldices el zoom, el autoenfoque...y por supuesto, esa maravillosa calidad de imagen que te permite apreciar en todo su esplendor y detalle, ese callo que sabes, porque lo sabes, no sólo vas a ver en sueños, sino que vas a revivir en cada momento.
Quizá no entre dentro de la categoría de tormentos, pero si al ver eso, a mis ojos no se les puede declarar ZONA CATASTRÓFICA, que baje Dios, y que vea esto. (Y ya que hace el trayecto, que se quede, que me da, llámalo, intuición o instinto femenino, que no ha leído el libro de reclamaciones y a mí, últimamente ME TIENE CONTENTA)
Bueno, yo a lo mío. ¿Os he convencido? Es cruel. Lo sé. Pero vosotros tampoco estáis a salvo. Pensadlo.
Que sabio fue aquel que dijo:“El dolor cuando se reparte, es menos suplicio”
Y sino, que se lo digan a los dentistas. Que a ellos de tanto repartir, nunca les duele.
¿O alguno les ha oído decir cuando está vendido con la boca cual buzón de correos: ¡Hay que dolor! cuando empiezan a tocar el nervio?
¿A qué no? Ese es el motivo.
Y por consiguiente, de ahí deducimos que no siempre el que reparte, y bien reparte, se lleva la mayor parte. Siempre es la mejor. ¡Siempre la mejor!
Y después de auto llamarme sabía, y de compartir mi dolor de óvulos, despido por hoy la conexión.
Sanseacabó. Séquense las lágrimas que mañana aún será peor.