TACONES CERCANOS. Cuando se está debajo del muérdago dicen que hay que darse un beso, pero ¿Qué hay que hacer cuando se está debajo de un toca pelotas?
¡No seas mal hablada! diría mi abuela. Y no lo soy. Pero es que vivo debajo de unos individuos con enanitos temporales. Me explico, son tíos o abuelos, y eso les convierte en dueños de un circo ambulante cada vez que invaden su techo. El mío.
En estos precisos momentos, los enanitos están jugando a la pelota. Y no sólo la tocan, sino que la lanzan, la arrojan, la disparan...
La guerra de Bosnia, la da Vietnam.
¡¡¡ La segunda guerra mundial!!!
No es tan sólo un continuo bombardeo, lo más catastrófico, es que cuando ya te has acostumbrado al incesante martilleo, de pronto, sientes que no sólo se ha caído un mueble, sino que ha cedido la estructura de la casa y el instante siguiente, lo emplearás, en intentar recuperar pulsaciones y en ver pasar toda una vida por delante, así sin más.
Estoy convencida que en los campos de concentración no maltratan a la gente con semejante dolor.
No es que esta situación sea una tortura, aún es peor, es una persecución.
Recojo mi ordenador, el portátil, y de puntillas como un cobarde ladrón, me cambio de habitación.
Me sitúo, me siento, y cuando ya creo que se han acabado los bombardeos, de pronto, se me cae el cielo, y siento que no sólo me han localizado, sino que me lo van a hacer pagar caro.
- ¿Qué les he hecho yo?
Porque estos son de los que no dejan prisioneros. Lo cierto, es que según van pasando los minutos, y en mi mente, se convierten en angustiosas horas, se me van ocurriendo diferentes métodos de exterminio dolorosos y sobre todo muy ruidosos.
Qué razón tenía aquel al gritar: ¿Dónde estás Herodes?
¿DONDE ESTÁS?
Yo estoy por gastarme todo mi sueldo en un anuncio efectivo y final:
“Se busca al auténtico Herodes. O incluso descendiente directo con las mismas pasiones. Se le pagará por trabajo bien hecho. Se requiere silencio.
Razón: La tengo. La estoy oyendo. Preguntar por la que será, como tardéis en contestar, la loca de los tapones en los oídos.”
¡Huy!... ¿Y este silencio?... Algo malo que han hecho.
¡Si hasta vuelvo a oír mis pensamientos!
¿Quién será el difunto?
Me instinto me dice, que como no hay lloros ni alborotos, están maquinando la tercera guerra mundial. O eso, o que su plan es esconder lo destrozado, lo manchado, y huir como alma que lleva el diablo.
El caso es que luego les ves bajar, todo planchaditos, con el pelo mojado, y con esas caras de no haber roto un plato, que hasta se te puede escapar el pensar: ¡Yo quiero uno igual!
Pero errar es humano. Y de sabios es rectificar.
Y vaya si rectifico...que doy un frenazo. En mi pensamiento me he dejado media neurona en su asfalto.
¡UNO IGUAL!
Tú, guindilla, te drogas. Te ha dado un mal.
Menos mal, que una tiene dos dedos de frente y no se deja llevar por un pálpito de sensibilidad.
Porque, así atados y con bozal, así preparados para pasear, dan el pego, parecen humanos, tiernos. Pero, ¡Qué va! nada mas parecido a un Satán.
Les sueltas, les dejas en libertad. Y arrampan, arrasan, les ve Atila, y les da lecciones de humanidad, no os digo más.
Sé que tengo el instinto materno entre la epidermis y la dermis, porque algunas veces aparece sin avisar.
Se me pone un nudo en el estomago y se me ralentizan todos los procesos internos.
Pienso igual, pero más emotivo.
Hablo igual, pero más expresivo.
Respiro igual, pero más lento, como saboreando el momento.
Menos mal, que mi cerebro es muy listo, y rápidamente acude en mi auxilio.
Me pasa la circular prevista para casos de emergencia de bebitos:
"Lloran.
Tiranizan.
No paran de incordiar.
Respiran todo el rato. No les puedes apagar.
Y sobre todo, no están programados para escuchar"
Si he de ser sincera, y con la mano en el corazón, he de reconocer que les prefiero a ellos antes que a la señora del
tacón
Porque ellos al menos están vivos...y la
“pájaro carpintero” de arriba, sólo desfila taladrando en Do mayor. ¡TOC, TOC! ¡Toc, toc! ¡La madre que la parió!
Con el invento tan cojonudo que son las zapatillas. Y la gran variedad que hay, para que esta tía, pueda optar por un par acorde con su simpatía. (Con unos grandes buitres negros en la puntera y unos nubarrones en la trasera, vamos, el no va más de la paridad)
Yo cuando la siento andar la identifico con un sargento cojo de la guardia real.
Y reconozco, que el instinto asesino ha pasado del ¡PREPARADOS!
¡LISTOS!
y sólo le falta escuchar: ¡YA!
Siento como si se cayera un ojo de cristal, por una ladera de metal, y nadie pudiera hacerlo parar.
¡Toc, toc!
¡TOC, TOC! ¡Toc,
TOC! ¡La voy a matar!
¡¡¡Es que no se puede sentar!!!
A casa de uno no se puede llegar ¡Y ale!: ¡A galopar! A tirar millas sin cesar.
Hay que venir cansado y dar gusto a las sillas. ¡Las tiene que tener de un nuevo!
¡Tapizado con culo de vendedor!
Me juego el traslado a Pekín, a que no hace falta ser un CSI, para distinguir la forma y el tamaño del pandero, del individuo que en la tienda la susurro:
“Para mí son las más cómodas de toda la tienda con diferencia”
Y se las vendió.
...Como objeto de decoración.
O quizá sean almorranas. O algo peor. Quizá, ha engordado, y toda la ropa la estalle si aposenta su terminación.
Nada de excusas. ¡Zapatillas! Esa es la solución.
El día que me saque la licencia de armas... aquí no va a quedar ni el apuntador.