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CON UN PEDO DEL DIECIOCHO. Son las tantas. Mas de las cuatro de la mañana. Y la vuelta a casa sin guardaespaldas es digna de una película de espías mala.
Como en un certamen a “Mister Mamado” censurado y amañado, me encuentro de camino especimenes de todos los astados.
La ganadería a estas horas es floja pero muy variada. Yo siempre me he decantado por los “Voy bien. Voy bien.” porque es proporcional las veces que dicen esa coletilla con sus grandes sandeces de libro gordo de Zoquete: “Soy como un volcán. He comido pétalos de rosa. ¿Á que se nota?” (¿Cuál era la pregunta: qué si estás dando la nota? Es que no te he oído bien, la baba, para ti: lava, que segregas es tan asquerosa que me pregunto si una rosa puede llegar a oler tan mal. Y por cierto, ese chicle que llevas pegado en la solapa, impide que me abalance. Pero tranquilo, que llamaré a ICONA y les alertaré de que hay un cráter abierto por esta zona que está arrasando todo a su paso. Fíjate, nos estás echando. Realmente eres como un volcán, fétido)
Tenemos también a los “Anestesiados” con un encefalograma plano que ni sienten ni padecen. Para llegar finalmente, a los “Pollos asados”: Sudan como ellos, siempre dan vueltas sobre si mismos, sobre un amigo... y llevan una moña que les deja sin memoria, esas y las próximas doce horas.
Por la noche todos los gatos más que pardos son opacos. Ni les ves ni te ven. Aunque mucho me temo que los vecinos del cerdo que des-bebía sus litros de cerveza, cuando lo huelan le verán como lo que es, un gorrino, marrano y tocino.
Con un pedo del quince, o del dieciséis, dónde mejor se está es en la horizontal. Ya lo dijo aquel: Apagado o fuera de cobertura en estos momentos.
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Publicado el domingo, 30 de abril de 2006, a las 2 horas y 59 minutos
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