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SELECCIONADO. ¡Estoy seleccionado! En el anverso de una carta que encuentro en el buzón lo pone muy clarito, en letras grandes: seleccionado.
Ya en el ascensor, impaciente por abrir el sobre pero incapaz, porque voy cargado con las bolsas de la compra, me pregunto: ¿Pero quién me ha seleccionado?
¿Acaso Luis Aragonés anda tan escaso de efectivos nacionales en la Liga de los Cometas que necesita a un tocho como yo para marcar a los delanteros de las selecciones rivales? ¿Pretenden que concurse en el próximo Operación Fracaso después de escuchar cómo canto en la ducha? ¿Me han visto tirarme por los toboganes y piensan que podría participar en La Selva de los Torpes? ¿Mi perfil encaja con los requisitos sociológicos de los candidatos a figurar en la nueva edición de Gran Padrazo?
Soy un tipo afortunado, lo reconozco. Estoy acostumbrado a ganar sorteos. Cuando cojo el teléfono ya ni me sorprendo. He perdido la cuenta de los adosados, pareados y apartamentos «multipropiedad» con los que me han premiado en primera línea de playa… Sin embargo, no estaba acostumbrado a recibir alegrías por correo, últimamente sólo llegan facturas. Por eso me llevé un chasco cuando abrí la carta.
El «seleccionador», el señor que firma la carta, que me llama «querido» y que me envía «un fuerte abrazo», es el director comercial de Cofidis. Pero me ha seleccionado nada más que para preguntarme si quiero 600 euros. Bueno, y para ofrecerme una línea de crédito porque «seguro que habrá alguna cosa que quiera o necesite» y porque «con la llegada del nuevo curso apetece hacer cosas diferentes».
Y yo que pensaba que la gente pide préstamos urgentes como ése, que se reciben en 24 horas y se devuelven al 22.95% TAE en cuotas «cómodas» (¿cómo serán las incómodas?) para poder llegar a fin de mes o salir de algún apuro… Pues no: sirven para hacer cosas diferentes… si tienes la suertes de que te seleccionen, claro.
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Publicado el lunes, 5 de septiembre de 2005, a las 11 horas y 53 minutos
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