LA CHISPA. Lo de Francia parece un libro de
Saramago. El principio de una novela. El detonante. Una chispa desconcertante.
En «
Ensayo sobre la lucidez», a la mayoría de los ciudadanos de una capital les da por votar en blanco. En «
La balsa de piedra», una grieta separa la Península Ibérica de Europa. En «
Las intermitencias de la muerte», en fin, la última narración del Nobel portugués, recién llegada a las librerías, la dama de la guadaña se toma un respiro. La obra arranca así: «
Al día siguiente no murió nadie».
No sé, no me hubiera extrañado que un libro suyo comenzara más o menos con estas palabras: «
La noche siguiente ardió un coche».
Tampoco me habría sorprendido que luego ardieran más y más coches, miles de coches, en una ciudad tras otra, que un ministro tragicómico no se cansara de meter la pata, que se impusiera el toque de queda. Ni que mientras tanto entraran en escena los intelectuales, con pajas mentales como éstas: «
Es un proceso inédito: un grupo en fusión, casi en sentido sartreano. Y es un grupo en fusión de nuevo estilo, con teléfonos móviles, intercambio de SMS, unidades móviles…» (Bernard-Henri Lévy, filósofo). «
¿Han sido estos ataques sistemáticos, planificados y coordinados o espontáneos? No está claro en absoluto» (Walter Laqueur, analista). «
Los jóvenes no quieren cambiar las cosas, sino romperlas» (Alain Touraine, sociólogo). «
No hay vándalo feliz. El que lo hace es porque está jodido, aunque con ello no quiero justificarlo, sólo tomo nota de ello, o sea, que hay motivos para el descontento» (Bertrand Tavernier, cineasta).
No quedaría mal que la novela incluyera la crónica de una cumbre política internacional. El primer capítulo podría concluir, quizá, con alguna frase demagógica. Por ejemplo, una como ésta de un presidente de Gobierno: «
Ante todo, tolerancia cero con la violencia».