DE UÑAS. Escribo estas líneas los viernes, mientras mi churumbel se echa la siesta, a menudo con el tiempo justo para dar con algo que merece ser comentado y para teclear los mil novecientos caracteres necesarios. Aunque los días anteriores suelo guardar en una carpeta noticias que me sorprenden, hasta que no se duerme no selecciono el tema que me parece más interesante. Pero no siempre resulta sencillo.
El otro día me topé con el siguiente teletipo de la agencia Efe: «
Los osos polares se ahogan por el deshielo del cascote ártico». Durante un reconocimiento aéreo, unos investigadores norteamericanos vieron a cuarenta osos nadando en mar abierto. Algo inaudito. Como mucho, lejos de cualquier témpano solían encontrar sólo un oso al año.
Buscando información sobre los osos polares, me llamó la atención cómo se han adaptado a su hábitat: sus garras son más pequeñas y más robustas que las de sus parientes más cercanos, los osos pardos.
Justo cuando iba a ponerme a escribir, no sé muy por qué, me acordé de otro titular: «
Nace un océano en Etiopía». Olalla Cernuda explicaba en
elmundo.es que un grupo de geólogos ha sido testigo del posible nacimiento de una futura cuenca oceánica. Para que pudiéramos comprenderlo, añadía: «
Un proceso similar al detectado ahora es el que, hace millones de años, provocó la formación del Atlántico o el Mediterráneo, cuando se disgregaron los continentes. De hecho, esos movimientos siguen produciéndose hoy en día. América del Norte y Europa se siguen moviendo en direcciones opuestas, a una velocidad comparable a la del crecimiento de las uñas de los dedos».
Me quedé quieto, delante del ordenador, en busca de una idea, de una inspiración, de un hilo que me permitiera enlazar el deshielo del Ártico con el océano etiope. Pero, de repente, mi niño se despertó. Entonces vi que me estaba comiendo las uñas.