HINCHA. En menos de diez segundos la eliminatoria entre el Real Madrid y el Arsenal pudo dar un vuelco. Beckham ganó de cabeza un balón a la olla, le llegó a Raúl, chutó y… no marcó por unos centímetros: el trallazo dio en el palo. La pelota salió rebotada y llegó de nuevo al capitán blanco, que tiró a puerta vacía. Cuando el futbolista, los locutores y quien escribe estas líneas cantaban gol… el portero desvió el tiro. Paradón.

Sí, antes Reyes, uno de los españoles que juegan en la liga inglesa, había estrellado un balón en el larguero, con Casillas batido. Sí, el Arsenal contó con más ocasiones no sólo en ese partido sino también en el disputado en el Bernabéu, donde bien pudo marcar un par de tantos además del golazo que le ha servido para pasar a cuartos. Sí, ningún Balón de Oro madridista, ningún galáctico pudo hacer sombra a Henry. Sí, Wenger venció a López Caro el pulso táctico tanto en la ida como en la vuelta…

Sin embargo, Raúl y yo sabemos que sólo la mala suerte, en la jugada del poste, y una parada diabólica (en muchas crónicas calificada de milagrosa), en el rechace posterior, impidieron que el Madrid empatara y que luego, espoleado por ese acierto, acabara tumbando a sus rivales. A todos sus rivales: al Arsenal, con otro chicharro más o en la tanda de penaltis, como fuera, y también al de cuartos, al de la semifinal y al de la final. Por cierto, ojalá hubiera sido el Barça. Habríamos ganado la Décima. Fijo.

(Escribo esto para intentar que me fichen en el As o en el Marca, y para opositar a tertuliano en un programa futbolero radiofónico o televisivo, ahora que yendo de hincha por la vida se puede hacer carrera de periodista deportivo. Bueno, los hinchas políticos tampoco se cotizan mal así que, llegado el caso, también podría ser más pepero que Rajoy o ganarle en talante a Zapatero. Todo es ponerse.)