BURGOS SIGLO XXI. Domingo de Ramos. Mañana soleada, primaveral (en Burgos, a pesar del chiste, no sólo tenemos estación de invierno y de tren). A la sombra de la estatua de Diego Porcelos, observo la salida de la misa de once. Casi todos los feligreses que abandonan San Lesmes se dirigen a la calle San Juan, para participar en la procesión o contemplarla. Muchos llevan hojas de palma, o ramitas de boj o de olivo (no tengo ni idea: pertenezco a una generación urbana que a duras penas distingue un olivo de un chopo, o un carnero de un cabrón).
Camino en dirección contraria, hacia el Monasterio de San Juan. En la fachada han colocado unos carteles para anunciar la exposición «Burgos siglo XXI». Entro. La muestra se despliega por una carpa y la mitad del claustro. Hay maquetas y paneles con fotografías, ilustraciones y planos de una veintena de proyectos urbanísticos: el nuevo hospital, el desvío del tren, el museo de la evolución... Echo en falta un bolígrafo. Me gustaría haber incluido aquí una lista con todas las palabras positivas que aparecen junto a las imágenes: compromiso, rehabilitación, regeneración, futuro…
El alcalde explica, en
el folleto que ofrecen a la entrada, que el Ayuntamiento, «con el patrocinio de Cajacírculo y la colaboración de importantes empresas burgalesas», ha montado esta exhibición para «dar a conocer a los burgaleses la situación actual y el avance de las principales infraestructuras de nuestra ciudad». Eso está muy bien, se agradece que gasten el dinero sin fines propagandísticos ni partidistas, sólo para informar a los ciudadanos. Si la memoria no me falla, poco antes de que se inaugurara la exposición, a principios de abril, leí que había costado 190.000 euros.
Juan Carlos Aparicio concluye su presentación así: «Burgos, definitivamente, avanza». Buena frase, aunque parece un eslogan electoral.