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AGOSTO. Agosto quizá sea el mes más peculiar del año, en el que más rompemos nuestras rutinas, en dura competencia con el navideño diciembre y con enero, el mes de los Reyes Magos y de la cuesta.
Como debe ser, la Real Academia Española no se moja cuando define agosto. Primero dice que la palabra procede de Augustus, renombre del emperador Octaviano, más conocido como Octavio, y luego se limita a indicar que se trata del octavo mes del año y que tiene 31 días. En eso estamos todos de acuerdo (por ahora, nunca se sabe). La RAE no añade que España se queda parapléjica en agosto y que muchos empleados, año tras año hasta su jubilación, se ven forzados a gastar sus días libres en este mes (y/o en la quincena anterior). Forzados, y no sólo por sus empresas o por las administraciones, sino por las vacaciones escolares o el parón generalizado: en muchas profesiones no resulta rentable trabajar en agosto y largarse cuando se reanuda la actividad económica.
¿Pero a quién le gusta irse de vacaciones en agosto por obligación, porque sí? ¿No preferimos «descansar» (las vacaciones casi siempre cansan) en cualquier otro momento, sobre todo cuando al resto le toca currar? ¿Y a quién le apetece trabajar en agosto, cuando casi todos holgazanean, a pesar de que proclamemos que se suele estar menos atareado, o más tranquilo?
En el diccionario además encontramos la frase coloquial «hacer el agosto», que significa «hacer negocio, lucrarse, aprovechando ocasión oportuna para ello». ¿Quiénes hacen el agosto estos días? Dueños de hoteles, restaurantes, terrazas y demás chiringuitos turísticos; se diría que el resto de los mortales contribuimos a que hagan su agosto, mientras soportamos el mes, con sus calores, sus aglomeraciones en las playas, sus huelgas en los aeropuertos…
Arrastro agosto. Agosto agota.
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Publicado el lunes, 7 de agosto de 2006, a las 10 horas y 03 minutos
[1] Agosto angosto.
Comentado por
M. Osto | 09/8/2006 11:49
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