SOPRANO EN BURGOS. ¿Cómo se ganaría la vida
Tony Soprano en Burgos? Si el mafioso más célebre de la historia de la televisión viviera aquí (aquí, palabra tótem para cualquier nacionalista, por cierto), en vez de en la Nueva Jersey ficticia de la serie norteamericana que emiten la Sexta y el Plus, ¿a quién extorsionaría? ¿Y a quién untaría?
Me lo imagino entrando a saco en el mundo de la construcción, tan goloso, o convulsionando las cloacas de la ciudad, sacando tajada de bares y burdeles, diciendo a sus colegas que Burgos es una ciudad sin ley, donde si no pisas te pisotean, mientras Carmela, su esposa, no se pierde una misa de guardar en San Lesmes y llena el monovolumen en Hipercor.
En este mundo tan moderno y funcional todo se confunde. Molan el mestizaje, los maridajes, la fusión, los cubatas y el calimocho, el caso es mezclar, ya sea en un restaurante de tres estrellas Michelin o en una plaza botellonera. En este mundo nuestro, como en el de nuestros abuelos y tatarabuelos, como siempre, la ficción forma parte de nuestra realidad. Si no, que se lo pregunten a cualquier niño: los Lunnis o el rey León de turno forman parte de sus vidas, les pertenecen, y no sólo porque tengan el deuvedé, la mochila, el cuaderno o los calzoncillos de sus personajes favoritos. Puestos a mezclar, juguemos a plantar en nuestras vidas a nuestros personajes favoritos, juguemos no sólo a disfrutar de sus vidas cuando les contemplamos en el sofá o en el cine, sino también a fantasear plantándolos en nuestro hábitat.
¿Se imaginan al doctor
House en el Yagüe? Yo no, la verdad. ¿Y a
Jack Bauer salvando al mundo durante 24 horas de vigilia, ayuno y abstinencia por las calles de Gamonal? Tampoco, ¿no? Las series yanquis nos gustan pero resultan lejanas, aunque aquí también tengamos mujeres desesperadas o «friends» a destajo. Sin embargo, Tony Soprano es uno de los nuestros. Aquí, allá y en cualquier otro sitio.