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EL FIN DEL PRINCIPIO. Cruzamos el patio, miramos las canastas y las porterías con nostalgia y subimos las escaleras. Entramos y les quitamos los gorros, las bufandas, los guantes; los niños de primero de infantil sólo pueden llevar al cole los abrigos, el resto lo guardamos los padres. Pero nosotros, ay, no llegamos hasta las puertas de sus clases: dejamos a nuestros niños al principio del pasillo. Ellos, unas veces remolones, otras con las pilas cargadas, echan a andar. Al otro lado de la puerta de cristal, contemplamos cómo recorren el pasillo. Solos, ya sin nosotros. Tardan diez, quince, veinte segundos en llegar a la clase.
Cuando desaparecen salimos de allí como si nada.
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Publicado el jueves, 21 de diciembre de 2006, a las 18 horas y 02 minutos
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