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NUEVE AÑOS: COMO UNA LANZA. Como una sábana pasada por lejía, así se ha quedado, blanco cadáver, palidísimo. Ha sido derrapar, perder el control de la bicicleta, chocar con un pedrusco, rodar por el suelo, incorporarse y entonces verlo. Un arañazo; no, un corte que comienza a regar de sangre el desgarrado bañador; una línea roja que nace debajo del ombligo y muere mucho más abajo, en esos cuatro pelos preadolescentes antes cubiertos por el ahora desgarrado y ensangrentado bañador; una línea, un corte que muere cerca, muy cerca del sexo, un pene minúsculo, infantil, que parece orinar la sangre que lo cala; una línea, un corte que muere justo donde ahora se yergue erecto, desafiando a la gravedad, el radio de una rueda, que parece el extremo de una flecha, ahí clavado en el vientre. Un tubito plateado que el chaval observa atónito, que no le duele, que no siente, como no siente el corte, esa línea roja, ni la sangre que se le escapa.
El padre, desde muy lejos, ha visto la caída y ha echado a correr. Cuando se acerca a una veintena de metros, aminora sus pasos: el chaval, de espaldas, parece haberse recuperado del golpe, porque juguetea con algo, levanta un palito o algo así y lo arroja como una lanza.
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Publicado el jueves, 17 de febrero de 2005, a las 0 horas y 58 minutos
[1] Tesis. Pues sí, la vida es muy dura.
Comentado por
Verbatim | 17/2/2005 11:31
[2] La sangre no duele. ¿Qué me estás contando? ¿Que a niño se le clava un radio de la bicicleta y va y lo arroja como una lanza? ¿Y que no le duele? Pues no voy a decirte que no me lo creo. A un hermano mío le mordió un perro. Le pegó un bocado brutal, tiene una cicatriz enorme, y sin embargo siguió jugando pensando que no le había hecho nada (le mordió en un muslo y llevaba pantalones), hasta que nosotros nos dimos cuenta de que sangraba como un cerdo. La sangre no duele: sólo asusta, a veces.
Comentado por
Julián M. | 17/2/2005 19:07
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