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UN MIÉRCOLES. Salgo de casa a las nueve y media. Arranco donde siempre, justo después de cruzar el puente sobre el Arlanzón, unos trescientos metros antes de la autovía. Comienzo con ganas, y hasta con prisas: cuando regrese, ya de noche, quizá haya tramos poco iluminados. Corro suelto, solo, escuchando música, pendiente de las canciones. Apenas he calentado pero, como intuyo que no me dolerá el hombro, según avanzo me propongo batir la marca de la semana anterior. Opto por el sendero de tierra, por el camino asfaltado regresa demasiada gente. Salgo de la ciudad: en la otra margen quedan atrás la Cruz Roja, la plaza de toros, el campo de fútbol; al pasar bajo las vías del tren, casi dos kilómetros más tarde, estoy fuera. Entonces, a la altura de la playa artificial, comienza el dolor. El hombro, para variar. ¿Vivo demasiado atado al ratón del ordenador? Duele como siempre: un pinchazo molesto. Antes me paraba, ahora lo soporto porque después de unos diez minutos desaparece. Sin embargo, bajo el ritmo. Me olvido del récord y, hasta que el dolor se marcha, me recreo evocando una situación agradable (que mejor no menciono aquí). Entre el puente de la Ventilla y la carretera de Fuentes Blancas caigo en la cuenta de que otra vez corro solo. Liberado, acelero (tampoco mucho, dos cuarentones me adelantan charlando). Al llegar al camping, con unos cinco kilómetros encima, jadeante, sudoroso pero contento, el dolor vuelve. Por primera vez, regresa. Podría decir que me enfurezco, que me frustra, que me gustaría vivir en un mundo perfecto, pero acepto la situación y no dejo de correr, a ver quién gana. Venzo, es un decir, antes de las vías. A partir de entonces, a pesar del cansancio, procuro abrir la zancada y acelerar. Al rebasar el último puente antes de la autovía, aprovecho unos ladridos para esprintar. Corro los últimos seiscientos o setecientos metros como si me persiguiera un perro. Termino fundido pero satisfecho, al cabo de cuarenta y tres minutos, dos menos que la semana pasada, como si hubiera servido para algo pegarme esa paliza.

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Publicado el jueves, 26 de julio de 2007, a las 1 horas y 35 minutos


[1] Las palizas forjan el espíritu, machácate que sarna con gusto no pica. Cansa más estar cansado.
Comentado por Vicente | 27/7/2007 18:03
[2] Me gustan los miércoles, con o sin esprines.
Comentado por WNP | 10/8/2007 17:55
[3] Quico. yo lo hice un jueves
Comentado por XTube | 07/1/2008 10:44 | http://xtubeit.com






Ilustración de Toño Benavides
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