[Bestiario.com] El mantenido. Bitácora casi real de un cibercurrante

DE VUELTA. Butaca de pasillo. A mi izquierda, un tipo pendiente del teléfono, aunque no habla ni escucha música: parece que espera; pierde la mirada, ajeno al paisaje y la película, aguardando quizá una llamada. Delante, al otro lado del pasillo, una chica con auriculares abre un ordenador y se conecta a Internet para chatear, entre otros, con un chico al que además contempla en una pantalla que cambia de imagen cada diez o quince segundos. Cierro los ojos. Los abro un centenar de kilómetros más tarde. Una señora vocea: «No puedo gritar más porque estoy en un autobús y molesto… Mañana nos vemos… Agur, buenas noches… No me llames abuelita… Seré abuelita cuando seas mayor y tengas hijitos. Buenas noches… Agur». La chavala continúa tecleando. Mi compañero de viaje seguro que la envidia: duerme aferrado al teléfono. Media hora más tarde, cuando despierta, se lo guarda en el bolsillo.

[1] La gente habla por teléfono en la calle o en el cualquier otro sitio como si estuviera tirada en el salón de su casa. No me parece mal. Si estuviéramos inseguros, amenazados o en peligro nadie diría nada.

[2] Yo no entiendo porqué hay gente que se empeña en seguir usando el móvil... cuando con los gritos que pegan los oirían sin él. Desde la otra punta del país. Qué digo! Desde el otro lado del Atlántico. Dónde ha quedado lo de encerrarte en tu habitación para que no oiga nadie esas conversaciones, entre susurros y con la mano tapando el auricular? A día de hoy me da la sensación de que cualquier excusa es buena, con tal de que vean lo metidos en este mundo que estamos. Llevamos móvil. Y sabemos usarlo! Qué emoción!