QUÉ. ¿Y ahora qué? Vaya pregunta. Ya te has casado. Ya tienes descendencia. Ya vives con quien quieres y donde quieres. Ya has tocado techo. Pero sólo tienes treinta y tantos años. Eres un privilegiado de treinta y tantos años. ¿Qué te queda por hacer? Puedes ganar más dinero, criar más hijos, comprarte un coche y una casa más grande, además de un apartamento o un adosado en la playa. Bien. ¿Y qué?
Un privilegiado, sí. Podrías padecer hambre. Podrías subsistir humillado y ofendido, oprimido o reprimido, en medio de una guerra o del caos. Pero llenas el frigorífico en un tranquilo barrio de clase media de una apacible ciudad de provincias de un acomodado país europeo. Vives sin miedo, casi sin preocupaciones. Todavía no temes al cáncer ni al alzhemier. La muerte parece muy lejana.
Te avergüenza reconocer que tus principales adversarios son el conformismo, la pereza y el aburrimiento. Sobre todo, el aburrimiento. Has caído en la cuenta de que se ha convertido en tu peor enemigo al leer la
última novela de Graham Swift. Al toparte con estas palabras: «
Desde que llevo haciendo este trabajo he visto más de un matrimonio que se ha ido al traste, que se ha declarado la guerra, y por la única razón —es lo que deduzco de lo que veo— de que en esos años en que vivieron seguros y estables y bien instalados, algo se perdió, algo desapareció. Se aburrieron».