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UN PULPO EN UN GARAJE. No me gustan especialmente las fiestas, menos aún las que se hacen por sorpresa. Y nada, las que se hacen en mi honor.
Cuando la cabrona de Cleo me introdujo en ésta y me presentó a sus jodidos invitados yo quise matarla, me froté los ojos, pensé fingir un desmayo o montar un brote psicótico para darle a la escena más realismo. Pero no me quedó más opción que verme como un actor de segunda obligado a interpretar un guión que ni siquiera me habían pasado.
-Este es Eddi Vansi, señores – recuerdo que les dijo la muy puta.
Entonces se montó un pequeño revuelo, como si no hubieran visto en su vida a un cuarentón mal cuidado con cara de pocos amigos acompañado de una piba de escándalo.
Alguien, a los pocos segundos, bajó el volumen de la música. Un vaso, al fondo del salón, se estrelló contra el suelo. Escuché alguna que otra risa mal contenida, alguna tos disimulada y, durante breves segundos, mastiqué el jodido sabor de una fama efímera, poseedor de una prestancia improvisada que me hacía protagonista, al parecer, de un momento mágico.
Cleo, encantada con el espectáculo, soltó su melena pelirroja para llamar, más aún, la atención sobre nosotros.
-Yo soy Eddi Vansi, señores – les dije-. ¿Alguien tiene una pistola o una horca o una botella de ginebra?
O una salida de emergencia. O un relajante muscular. O un brazo extendido al que agarrarme para salir de ese agujero infecto.
-Estás en tu casa, Eddi Vansi, relájate –me contestó Cleo.
-Y una mierda –dije, acercándome a un mueble bar surtido de puta madre-. A mi casa nunca llevaría a esta panda de tarados.
-Son adorables. Aún no les conoces.
-Pero ellos a mí, sí. ¿No?
-Bueno –me dijo, mirándome como si fuera su cómplice- algo sí les he contado... Tranquilo, que no van a molestarte si no quieres. Saben que eres un hijo de puta.
Me serví una copa.
-¿Tú qué quieres?
Le serví su copa.
Miré alrededor. Pasada la sorpresa y apagadas las risitas que provocó mi comentario, la mayoría de los invitados nos miraban, pero ninguno hacía otra cosa que eso. Parecía que nos separaba una mampara de cristal, un fuerza electromagnética, algo raro.
Conté cuatro mujeres, además de Cleo. Una, que debió de ser la que rompió el vaso, al fondo, estaba borracha y muy apetecible.
Otra estaba de espaldas, con un culo de puta madre, charlando con un maromo cincuentón que tuvo mejores épocas. Otra tenía pinta de puta. Otra era fea.
Me bebí la copa de tres rápidos tragos. Me puse otra. Me encendí un cigarro. Joder sí que había que estar borracho aquella noche.
-Yo sólo quiero follarte, Cleo. ¿Qué coño estamos haciendo aquí?
-Quiero que conozcas a mi gente, Eddi Vansi. Quiero que conozcas a quiénes he encontrado mientras he estado buscándote.
Lo que quería decir que o bien había estado ingresada en un psiquiátrico la mitad de nuestra separación o se había tirado a toda esa gente, mujeres incluidas. Lo que quería decir, en definitiva, es que no tenía ni idea de qué sentido tenía esto, la fiesta, estar yo allí. ¿Acaso íbamos a rodar una peli porno? ¿Acaso me iban a dar de hostias sus numerosos amantes? ¿Acaso yo también estaba para encerrar en un loquero?
En esos instantes de duda y desconcierto se acercó a nosotros un tipo con cara de simpático y una camiseta negra con una ilustración de puta madre, al estilo de Toño Benavides.
-Alberto, éste es mi hombre –me presentó Cleo.
-Encantado, soy su hombre- resolví decirle al varón que me miraba por encima de sus lentes con afán curioso.
-El placer es mío –dijo Alberto-. Tenía muchas ganas de conocer al hombre que rechazó a Cleo.
Me atraganté como un pardillo en una comedia de sobremesa.
-Tenía cosas que hacer aquella mañana...
-Tiene los cojones bien puestos, Señor Vansi. Nadie dice no a Cleo. Por lo menos ninguno de los que nos encontramos aquí.
-Pues estoy a punto de repetir la jugada, Alberto.
Los dos se miraron. Los dos se rieron, pero a mí la historia no me estaba haciendo ni puta gracia. Se separaron de mí como quien no quiere la cosa y me dejaron solo al lado del bar.
Me acabé la copa. La rellené. Miré alrededor de nuevo. Conté seis hombres, que sólo tenían en común un toque intelectualoide y millonario. ¿Cómo podía Cleo haberse follado a semejante plantel?
Con la tercera copa en la mano me sentí mejor, más tranquilo, más a tono con aquella reunión de viciosos.
Aquello comenzaba a resultarme cada vez más surrealista. También más interesante: Todos los años que me habían separado de Cleo comenzaban a tomar forma, a plasmarse en una realidad que distaba kilómetros de la mía. De aquella pelirroja bohemia de piernas interminables no quedaba apenas nada. O por lo menos, en aquel lugar, ni Cleo era aquella Cleo, ni yo era yo siquiera. Pero tenía que intentarlo antes de irme, joder. Era imposible dejar la historia a medias, porque mi historia, sin la de Cleo, ni es historia ni es mía. Además, ¿cómo podría digerir otra eternidad con ella en la cabeza sin terminar de reconocerla?
La busqué con la mirada, y la encontré besándose medio tumbada en un sofá con el tal Alberto, acariciándose las respectivas entrepiernas con un afán digno de mejores causas.
“No me jodas”, me dije.
Me acerqué furioso al sofá. Ella me vio y se levantó toda dulce.
-Eddi Vansi…
Me asió el cuello de la camisa y me besó.
-Déjate de tonterías – le dije, agarrándola de los brazos para que no se escabullera, para que esta vez no fuera ella la que me dejara tirado en mitad de esa marabunta ansiosa de no sé qué exactamente- ¿Por qué coño me has traído aquí?
-Para que veas. Para que sepas que no he encontrado a nadie como tú. Que todos estos babosos que me adoran no te llegan ni a la suela de tus jodidos zapatos, Eddi Vansi…
-¿Y a mí que coño me importa? ¿Te crees que a mí me importa un carajo esa mierda? Estás fatal, Cleo. Yo me voy. ¿Te vienes de una puta vez o te quedas?
-Ponte otra copa, Eddi Vansi, anda –y me dio otro beso largo y delicioso-. Disfruta, joder. Estas cuatro mujeres las he traído para ti. Son amigas encantadas de conocerte. Cualquiera de ellas hará todo lo que sueñes. Déjate llevar y bebe y fóllate a la que quieras.
-Menos a ti.
-Menos a mí, sí. Hoy, sí.
¿Quién entiende a esta mujer de pelo rojo?
En la cuarta copa sentí rabia, pero Miles Davis, al que alguien tuvo la genial idea de pinchar, me sopló desde el más allá que Cleo tenía razón, que lo mejor era dejarme de hostias y lanzarme a tumba abierta.
En la quinta copa ya estaba charlando con la fea y no sentía más que sed. Se llamaba Cris. Treinta y siete años. Divorciada. Dijo que me conocía de vista, de los años de la facultad. Que podíamos irnos al piso de arriba y probar su boca. Que tenía ganas. Que leía este blog.
A la séptima copa dejé a la fea, fui al baño, vomité, me lavé la cara, volví al salón de marras, perdí de vista a Cleo, y busqué a la borracha.
La encontré detrás de un sofá, al fondo, gimiendo, debajo del señor cincuentón que al principio hablaba con aquella del culo de puta madre.
Seguí bebiendo y balbuceando sandeces e improperios a los invitados con los que me chocaba.
El amanecer me pilló sentado en un sillón de esos incómodos y modernos, conversando (es un decir) de música con un tal Marino, el amante melómano de Cleo.
Serían las nueve de la mañana cuando el mayordomo me acompañó y me sujetó hasta la puerta, me ayudó a atravesar el jardín y me despidió a pleno sol en la puta calle dándome una palmadita amistosa en la espalda.
-Lleve cuidado, señor Vansi. Buen día.
-Anda y que te follen.
Bajar el Albaicín se me hizo interminable entre el alcohol y las cuestas… Me sobrevino un ataque de risa incontrolado y compulsivo pensando en lo jodido que sería atravesar aquellas calles subido encima de unos malditos tacones.
Joder… Nadie dijo que fracasar fuera fácil, y mucho menos, si lo intentas hacer de una manera elegante.
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Publicado el miércoles, 31 de mayo de 2006, a las 16 horas y 53 minutos
[1] La culpa es de los padres. ¿Por qué cojones se tuvo que ir primero a por la fea?. Señor Vansi lo suyo es crónico. Y sé de alguien que podría darle clases magistrales de cómo atravesar calles y otros quehaceres en lo alto de unos tacones.
[2] Por fín.. Si hubiera de puntuar una velada así, no bajaría del 8 sobre diez. Un éxito disfrazado de fracaso.
La peliroja reaparecerá, pero mi inquieta mucho la última frase que escribes; es genial pero huele a epitafio.
Saludos.
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Cibeles | 31/5/2006 19:17
[3] muy bueno, eddy. la espera ha valido la pena. pero me he quedado con ganas de seguir leyendo. cruzo los dedos para que esta vez no nos haga esperar tanto, sr. vansi. saludos
[4] maldito sea señor vansi. Señor Vansi, maldita sea su estampa. Debió salir dignamente de la fiesta nada más ver a qué maldito agujero le llevaba Cleo. Creí que no se pondría a la altura de la situación. Y también creí que se follaría a la del super culo, lo que estaría más en su línea.
Cordial saludo.
tulipa
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tulipa | 31/5/2006 19:52
[5] Pues vaya... Eso no me lo esperaba de ti, Eddi.
[6] ¿Tacones?. "Conté cuatro mujeres, además de Cleo. Una, que debió de ser la que rompió el vaso, al fondo, estaba borracha y muy apetecible.
Otra estaba de espaldas, con un culo de puta madre, charlando con un maromo cincuentón que tuvo mejores épocas. Otra tenía pinta de puta. Otra era fea."
¿de quien de estas mujeres ,cojones, eran los putos tacones?
¿o eran del amigo melomano de Cleo?...
¿Intuyo que de la chica de la punta del tacón?
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El Puñalón | 01/6/2006 16:48
[7] QEPD. De cualquier forma ninguna mujer de las características mencionadas baja cuesta alguna sobre sus tacones, las baja, las sube, las baja, las sube ( las cuestas ) sobre flamantes ruedas... ajenas.
Son los Eddi Vansi quienes no ganan para motores, carrocerías, hígados, y suelas.
[8] Puñalón.... Ya me hubiera gustado a mí acompañar al Sr. Vansi en su resaca, pero no...
Por cierto, no le perdono haber estado en mi tierra y no haberse cruzado conmigo...
Un beso Eddi Vansi, cada día lo haces mejor... ¿O no?
[9] Chapó!. Que pena que no escriba más a menudo. Cada vez me gusta más leerle. En cuanto al post, brillante. La situación surrealista y su punto de vista extravagante son dignos de ser leídos.
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yomismamente | 07/6/2006 17:47
[10] CAMPEON. eddi , tu sabes mejor que nadie que es justo al reves, que lo facil es fracasar. tu historia con ella acabo, justo el dia en que te diste cuenta que dudaste de si merecia la pena el viaje. los tacones hacen sufrir que te cagas. UN DIA TE DEJARE PROBAR MIS ZAPATILLAS
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JIMENA | 09/6/2006 13:28
[11] Pasar página. Pasar página es lo que procede en estos casos. Efectivamente, como vaticiné, esa fiesta era una encerrona de las que aún sabiendo que no merecía la pena estar no pudo evitarse. Ahora sólo queda regresar a las rutinas, retomar el camino al día a día y pasar página definitiva con Cleo. Al menos de momento. Aguardo sus capítulos con fervor e idolatría. Es usted un maestro para un humilde borracho como servidor. Brindo por Vansi.
[12] Los tacones y los melomanos son para el verano, como las bicletas. Otra tarde de calor sofocante, abro la ventana de mi pagina favorita y por fin entra otro soplo de brisa suave que referesca, se mezcla con un perfume suave, penetrante, agradable y embriagador hasta que te marea de lo intenso, jazmin que se desprende de los muros de los carmenes del Albaizin, perfume que te recuerda a Cleo, lo buscas, vas de tras de el, lo tienes en todo tu ser y te duele tanto que prefieres dejarlo, pero cuando no puedas sentir su sensacion te duele más. ¡Joder ¡ Eddi, no has nacido en Granada, pero podrias presumir de conocer la ciudad mejor que miles de cientos de granadinos.
No quiero entrar en polemicas, algún dia defenderé a los melomenos, nocturnos, los/las usan tacones, ...
Sobre todo, los que se fijan en las "feas", feas no existen amigos, he pasado las mejores tardes-noches con las mujeres que no se encuentran en los catalogos de los anuncios de colonias, amigo Eddi comprendo que una buena velada no tiene que tener curvas (sobre todo si despues tenemos que bajar sin derrapar. En definitiva que estamos ansiosos del proximo "bocato de cardinale", no nos dejes sin el mucho tiempo.
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david miles | 11/6/2006 21:38
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