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CLEO. Ella tiene una sóla virtud: folla como nadie. Puedo jurar que es suficiente. El resto no son sino manías y engorros.

No recuerdo bien qué coño nos llevó a compartir cama aquella noche, de dónde veníamos o cuánto habíamos bebido, pero sí recuerdo la mañana siguiente.

La puta resaca. Su perfume. El pelo de Cleo sobre mi cara. Entreabrir los ojos y encontrármela ahí, dormida aún, y mirarla. Y cómo al respirar sus pechos pequeños subían y bajaban como tímidos globos.

Recuerdo que se levantó antes que yo, que me empeñaba en hacerme el dormido, y que al verla de pie, tan desnuda, frente al espejo de esa habitación desconocida, supe que, por más que ya estaba jodidamente enamorado de ella, nunca sería mía.

De nadie, serás de nadie, como no fuiste de mis putos besos, pensé, fusilando al cabrón de Neruda.

Y la observé desenvolverse sola. La vi acercarse hasta la cama, agacharse para recoger sus bragas blancas. La vi ponérselas: primero una pierna, luego otra. Le quedaban demasiado grandes, pero aún así me gustaban, me excitaban sobre esa piel tersa.

Se inclinó justo por encima de mí como intentando alcanzar algo. Uno de sus pezones rozó mi nariz. Me puso cachondo. Me dieron unas ganas terribles de follármela, pero ella tenía en mente su sostén. Su puto sostén. Lo cogió. Y allí, silbando una tonada que se inventó sobre la marcha, se lo puso.

Luego tomó del suelo un vestido de gasa blanca, se lo puso también, rebuscó de nuevo debajo de la cama y se calzó unas sandalias.

Se sentó a mi lado, y sus grandes ojos azules se clavaron en mi frente. Me besó, la muy puta me besó como si fuera mi madre.

Y yo allí, imbécil cotidiano sin poder apenas moverme.

Su bolso colgaba de una percha situada justo al lado del espejo.

Lo cogió, y sacando del mismo una especie de abrecartas de madera, amontonó su cascada roja en un moño perfecto.

Abrió la puerta y se fue.

Y allí me quedé yo, tumbado en esa cama de no sé quién y con el jodido olor a lilas que desprendía aquella mujer con la que había follado sin tregua la noche de antes.

Segundos antes de dormirme me acordé de su cuerpo leve, de sus manos pequeñas, de su pelo rojo y de lo bien que la chupaba, y pensé que aquella hembra era mucha hembra para mí.

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Publicado el viernes, 18 de noviembre de 2005, a las 16 horas y 35 minutos


[1] ¿Eres real?. ¿Quién se esconde detrás Eddi Vansi?
Comentado por Debora | 20/11/2005 16:29
[2] ¿Será verdad?. No me creo que exista alguna hembra que sea mucha hembra para ti, Eddi Vansi.
Comentado por Sexus | 21/11/2005 12:58
[3] La verdad real o la realidad verdadera. Esta Cleo me da a mí que es un híbrido entre la Dama de Blanco y Cristina Rosenvinge... No sé si tiene más de aparición o de fantasma.
Comentado por marqués de ESADE | 21/11/2005 14:08
[4] Cloe. Mi Cloe se llama Maria y me dejó abandonado en el camino del bar.
Comentado por El Puñalón | 21/11/2005 17:42
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Ilustración de Toño Benavides
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