MIRÁNDOLO MAL. Gregarios, incansables, implacables, crueles, sanguinarios. No son exactamente zombis, no en el sentido literal del término, pero personalmente los que más miedo me dan son los de todas las Invasiones de los ultracuerpos, en especial en la versión de
blanco y negro de
Don Siegel (grande), y la de
Philip Kaufman, con Donald Sutherland, que parece muerto desde que nació. La de
Abel Ferrara tampoco estaba nada mal...
Y como sucede muchas veces en las historias de ciencia ficción, la realidad acaba pareciéndose demasiado, aunque muchas veces no podemos o no queremos verlo. El espíritu gregario se apodera de nosotros y de nuestro entorno, y su corriente nos arrastra hacia los mares de lo estándar y lo uniforme. ¡Y ay del que se salga de la corriente!
Coches iguales, casas iguales, trabajos iguales, y tiempos libres iguales. Y todos viviendo en los clichés de esa falsa felicidad que nos hace pensar que cumplir los objetivos marcados significa vivir la vida y ser feliz.
La publicidad sabe muy bien cómo aprovechar todas estas dinámicas, pero acaba siendo como la zanahoria del burro. Te lo enseñan, te dicen “no seas igual que los demás” y luego te venden algo que te hace ser diferente. Si pagas más, menos reproducciones hacen y más diferente eres. Con un poco de suerte eres una serie limitada a 500 unidades. Yuju.
¿Y cómo salir de ahí? Pues no lo sé, sigo dentro. Pero lo cierto es que cada vez creo que será más fácil encontrarme a Donald Sutherland gritando detrás de mí, porque me he apartado del rebaño.