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TEOLOGÍA (II). En realidad, Dios era la encarnación de la fuerza de inercia, la más poderosa de las fuerzas: ¿existe acaso algo más extraño que ese implacable poder que emana de lo que no se mueve? La fuerza de inercia representa el poder de lo larval. Cuando un pueblo rechaza un adelanto fácil de llevar a cabo, cuando un vehículo empujado por diez personas continúa sin moverse, cuando un niño se apoltrona durante horas delante del televisor, cuando una idea cuya inanidad ya ha sido demostrada sigue causando estragos, uno descubre, con estupefacción, la tremenda influencia de lo inmóvil.
Amélie Nothomb, Metafísica de los tubos.
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Publicado el lunes, 31 de julio de 2006, a las 11 horas y 36 minutos
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