H.. Todos los mails que tecleo Y todos los que leo Los presupuestos, los boletines Los comunicados, análisis, dossieres, briefings y clippins que leo o tecleo Que más da Los ppt, los pdfs, los words Todos envilecen y torturan a ese periodista que quería escribir Perdido quién sabe dónde

FACEBOOK NO ES PARA MÍ. ¿Dónde aparco la boina, el capazo y la caja de galletas? ¿Cuándo cierro la boca? Entro en Facebook como un Paco Martínez Soria recién llegado del pueblo. Madre, cuánta gente.

THE WIRE. Cutty, Dennis, en el capítulo séptimo de la tercera temporada de esta magnífica serie: «La verdad es que no sé lo que quiero. Sé que busco algo, pero no puedo explicarte qué. (...) Hace mucho que tengo la sensación como de estar fuera de mí mismo, observándome hacer cosas que no quiero hacer. Me veo como si fuera otra persona, pero no puedo evitar lo que sucede. Estoy cansado».

LA MUJER DEL SACO. Detenida una mujer que intentó raptar a un bebé vestida de enfermera. Podría decir: aquí hay una historia inquietante –o, mejor dicho, acojonante: puedo ponerme en la piel del padre–, y luego limitarme a enlazar o copiar la noticia.

Dos detalles. La noticia que enlazo es de agencia, antes diríamos que es un teletipo, pero al redactor se le han escapados unos guiones reveladores: «La mujer –de la que no consta que padezca trastornos psicológicos–...» ¿Sólo robaría a un recién nacido una loca? Un poco antes podemos leer que «su pareja, un hombre de 27 años cuya identidad no ha trascendido, prestará declaración en calidad de testigo».

Pareja, por cierto, es una palabra bastante socorrida.

CAMPAÑA CONTRA LA PORNOGRAFÍA INFANTIL. Nos quedamos en el pasillo, tuvimos que permanecer allí mientras hurgaban en sus brazos para colocarle una vía. Mejor no describo la espera, mejor sólo recuerdo que una niñita se despertó sola en la habitación de enfrente. La puerta estaba abierta. Tendría dos o tres años y una máscara transparente. No pude escuchar, creo, que estuviera llamando a su madre. Pero qué ojos.

Aquella noche llovió. Alguien comentó que desde las ventanas del hospital los edificios de los alrededores quedan muy lejos.

Ya en casa, me invitan a unirme en Facebook a la campaña contra la pornografía infantil que han montado La Huella Digital y Vagón-Bar. Nacho de la Fuente y Paco Sánchez piden que el próximo 20 de noviembre –Día Universal del Niño– cientos de blogs escribamos un post en el que aparezca la frase Pornografía infantil NO para sembrar los buscadores de Internet de severas críticas a esta vergüenza humana y social.

Esta vez espero ser algo más sutil.

ATENTADO EN LA BIBLIOTECA. Alberto de las Fuentes, en elmundo.es: «Poco a poco, empujados por la policía, los estudiantes se van dispersando, abandonan el campus. En todos los rostros hay una expresión parecida: serenidad y preocupación. En ningún momento he visto carreras, ni he oído gritos. Simplemente, queda un poso de tristeza por la gente afectada. Y un poco de esperanza de que no haya sido nada grave. Que mañana vuelvan a estar todos aquí, trabajando y estudiando con normalidad, con toda la normalidad posible».

Ander Izaguirre: «Los tristes sicarios de la muerte no tienen ni idea de todo esto. No pueden entender nada. Tienen el cerebro podrido de odio y mentiras. Nunca comprenderán los motivos por los que la Universidad se recuperará del golpe y seguirá trabajando, como lo ha hecho tras los seis atentados que ha sufrido. Pronto pasaremos de nuevo por ese aparcamiento en el que han puesto la bomba, por el que hemos pasado mil veces y por el que pasan cientos de estudiantes y profesores todos los días, y seguiremos trabajando por lo mejor de la vida».

Eres fea: «El coche debía de estar aparcado desde primera hora de la mañana, y no ha habido aviso previo. Quiero pensar que alguien esperó en este día frío y lluvioso a que no pasara nadie para detonar la bomba a distancia.

También quisiera dar una patada en la entrepierna al gudari, luchador/liberador del pueblo vasco o como quiera que se llame el descerebrado».

Paco Sánchez y José Luis Orihuela recopilan textos sobre el atentado.

En el 90, el siglo pasado, visité la Universidad de Navarra con mis padres y un buen amigo. Cargado de prejuicios, entre Pamplona, Salamanca y Madrid (mis opciones para estudiar Periodismo), lo tenía bastante claro: la capital, la Complutense. Durante las escasas horas que pasamos en el campus cambié de opinión, por fortuna: sólo conservo buenos recuerdos del lustro que viví allí.

Leo en la Wikipedia que Freud, al enterarse de que libros suyos habían sido quemados exclamó: «¡Cuanto ha avanzado el mundo: en la edad media me habrían quemado a mí!».

Los libros arden pero las palabras perduran.