DAME CREMIIITA QUE QUIERO MORIR, DAME CREMIIIIIIITA.... En este preciso instante, justo después de intercambiar fluidos bucales con ella (o con él), puede decir que al rozar los labios de su novia, amante, esposa o amiga, ha relamido el pellejo de un chinito. Y aunque no bese en los belfos a su madre, no tiene escapatoria: debería saber que ha aplicado su incauta caricia en un rostro que combate las arrugas con una cremita elaborada con el envoltorio de otro chinito. ¿O será del mismo?