SUS PEZONES ERAN AZULES; SUS MANOS, SUPURABAN ROJO.. Ya me he acostumbrado a caminar bajo la persistente lluvia paulistana en camiseta y sandalias. Lo hago con una cadencia constante pero leve, como si no lloviese, como si las ropas no pesasen. La gente me mira. Yo observo sus paragüas.
Esta tarde también ha sido así, atravesando el puente de la 23 de Mayo, después de salir del
Centro Cultural São Paulo, que final y felizmente he visitado. Las exposiciones, la sala multimedia y la biblioteca están cerradas hasta marzo, pero en la agenda del mes pasado he visto interesantes conciertos (de emepebé a powerpop) y obras de teatro.
Después de fumarme un cigarro en sus instalaciones interiores pero al aire libre, me sumergí en la sala dedicada a los comics, donde procuré con ahínco –y sí, allí estaban– las obras de
Enki Bilal.
Me leí del tirón
La foire aux immortels, traducida al portugués como
Os Imortais, y dejé a medias, a pesar de haber acelerado el ritmo de lectura y de visión,
La Femme piège (
A mulher enigma). Me encanta Jill.
Por eso, volveré.