CHINESE CLIPPING.. Eligieron a
un travelo: ella no tiene culpa. A la puertorriqueña sólo le dan barritas, que ni de cereales, para qué ir al baño. Así
no aguantas medio telediario, qué te voy a decir de una gala entera. Tenían que elegir a
la china, cuya banda era japonesa, pero no. Dicen que las chinas son más guapas que las japonesas. Yo creo que para encontrar una china guapa hay que rascar más. Por no entrar en patrones de belleza, porque lo que para mí es cráter, rostro deprimido, para ellos es un brigadeiro. Un brigadeiro es un, cómo se llama, con las virutitas de cacao por fuera... una trufa de chocolate. Sí, más o menos. El brigadeiro es el postre favorito de Athina.
Athina no es travelo pero Mao sabrá si también se desmaya.
Nos robaron la corona. La japo llegó a la final, creo recordar, pero se la llevó la puertorriqueña, que tiene cara de dieciseisañera de ojos locos, como cuando quieres meter las dos bolitas en los dos agujeritos situados en la parte de arriba de la tapa del bote de las pompas de jabón. A
Pereiro le ponen de los nervios los diminutivos. Yo me parto. La puertorriqueña, a poco más, la crisma. A mí no me parece mal que sea la más danzarina de la verbena, tampoco que le bailasen los ojos con dieciséis, que disimule su aspecto de retardada (la belleza es así, ya no sabes si una es fea o guapa o feo), pero me jode un poco el tongo.
Llevar a las dos rubias hasta el final. La suiza y la yanqui. Faltaban la sueca y la yonqui. Y la morena, latina también, era la más guapa, sí, la que burló varias cribas, pero nanai. Que, a todo esto, me resbala, porque no importa, ya que no somos coleccionadores de muñecas. Ni de Chukies. La puertorriqueña es un poco así. Y se desmaya, y no come: a Zuleyko, en vez de bailarle el agua, hay que bailarle las órbitas. Queremos chinas, queremos japos. Rasgadas, mayormente. A todo esto, Zuleyko tiene nombre de cruce de malo de peli de James Bond, cuando los rusos, y de jugador de baloncesto blanco, alto y con pelos rubios en los hombros, como los rusos. Ahora los malos son chinos y los baloncestistas son españoles. Zuleyko, ya saben, es puertorriqueña, que no puertorriquiña, en fin.
Los abuelos de la chavala (ya iba a escribir de Manolo, pero tampoco es plan, y además fue un lapsus) viven en Nueva York. Y, aquí, ya
la hemos cagado. No hagan esto. Y mantengan el teclado fuera del alcance de los niños. A ver:
Los ascendientes, prueba de lo sano que es el mestizaje, residen en Nueva York. Número uno:
el mestizaje es sano o no, ya está bien. El otro día hablaba con... déjame pensar... no sé. Decía que la cosa podía salir cojonuda o acojonante. Hombre, si sale cosa, ya lo dice el sustantivo. Si sale coso, parece que directamente han parido un rabo. O una perrecha. Uf. A lo que iba, que te puede salir una cosa muy bonita. Yo apuesto por la raza (gitana, o andaluza de pelo negro y ojos negros y...) o por el can de pajar (bangladeshí, paquistaní o india, de las que no llevan plumas, con blanco, aunque tampoco porte arco). Sólo son dos ejemplos, porque aquí, en Brasil, las mezclas son singulares y no quiero pensar en árabe casada con blanco cuyo hijo se cruza con hija de, por ejemplo, india y negro. El vástago de ambos, ahora, tropieza con japonesa de cuarta generación y no cien por cien y ya me dirán ustedes cómo puede ser el resultado. Sí, ya... Pero el mestizaje no tiene porque ser siempre sano, cof, toses tubérculas, cof. Y número dos: cada uno puede hacer con su placenta lo que quiera excepto si sus ocho letras han sido estampadas en El Mundo. Ya-no-se-pue-de. Por eso decía lo de las teclas, los infantes y la distancia.
De El Mundo viene Pedro de Miguel, colega de Bestiario. La cosa (y les remito a la prole, líneas arriba) está chunga porque resulta que Manu, el diseñador de este blog y de todo el portal, amén de otros proyectos (juro que lo de amén no iba con segundas, me ha ocurrido lo mismo que con Manolo), dejó un comentario en
Letras enredadas y (por el título debió suponerlo, pero bueno) terminó perdiéndolo. Yo también me enredo mucho, pero sólo he borrado, hasta ahora, un comentario: era insultante, no tenía sentido, se veía que su perpetrador no había leído ningún texto (intuyo que no sabía leer) y, por último, era un cretino. Podría decir sinceramente que los lectores de Mi vida como un chino son encantadores. Y educados. Comunicarme con ellos, con ustedes, ha sido un placer y toda una experiencia. El respeto siempre ha sido norma (no escrita) y, cuando no ha sido así, me he jodido y bailado. Como los ojos de Zuleyko, igualito.
Leo en los comentarios al post de Pedro, que trata sobre el aborto, me olvidaba, que él no gusta de la censura pero que la aplica (no lo dice, pero, tomándole la palabra a Ana, el post de Manu fue exterminado, voilá) cuando el comentario es ofensivo. ¿Cuándo un comentario es ofensivo? ¿Cuándo me ofende a mí? ¿O a mi raza? ¿O a mi ideología? ¿O a mi prima (tengo una que se parecía a Zuleiko cuando tenía quince años, pego el estirón y se le quedaron igual los ojos, pero sigue estando fetén, la hijaputa)? ¿O a mi aldea? ¿O a mi credo? Creo que sí. A Pedro le han dado por ahí. Y algo de culpa de todo esto la tendrá Zapatero. Como me recordaba ayer O Careca Vizcarra, remitámonos a Julia y a Guerra. Dice el último con su indescriptible cadencia y una cereza en la boca: mira, nenita, se trata de que José Luis de un par de golpes de efecto con lo de los maricas y, añado yo, también con lo de las conferencias, que más adelante, cuando se acerquen las elecciones, ya pondremos la casa en orden.
A todo esto, lo de las conferencias lo decía por las episcopales.