EXQUISITA Y RUIDOSA LOCURA.. Uno de los tópicos más manidos a la hora de definir la música de un grupo es que podrá gustar o no gustar, pero no dejará a nadie indiferente. Nos permitimos en esta ocasión la licencia para hablar de
Bunky, dúo californiano que con su indie noise casero sorprenderá a propios y extraños.
Viene al caso esta reseña sobre los de San Diego porque acaban de finiquitar su gira por España, que llevó al estrafalario combo formado por Emily Joyce (voz y batería) y Rafter Roberts (voz y guitarra) a templos de la independencia nacional como la malasañera sala Nasti o la barcelonesa Sidecar.
Intuimos que no se trató, vista la ausencia de bajo o vientos, de una versión acústica de la banda. Porque a pesar de haberse rodeado de músicos de su ciudad para grabar su primer álbum,
Born To Be A Motorcycle (Asthmatic Kitty / Touch Me Records, 2006), Bunky es un proyecto originalmente formado por sólo estos dos músicos, que se curtieron en el mundillo trabajando como técnicos de sonido para gente tan dispar como Fiery Furnaces o Southern Culture on the Skids.
Tres años de brega por los tugurios de San Diego les han bastado para afrontar el salto del charco. Llevan consigo un
repertorio difícil de catalogar, porque lo suyo es un crossover sonoro entre el pop gamberro y el folk eléctrico, el ruidismo naif y el punk arty. Términos que quizá no ayudan mucho a definir una propuesta que pone contra las cuerdas a la prensa especializada en su esfuerzo por definir rarezas como ésta.
A mí y a Rafter nos gusta música muy diversa, de modo que sonar así es algo natural, comentó Emily en una entrevista a
Mondo Sonoro.
Así son los Bunky, íntimos o subidos de tono, según les venga en gana, pues en directo suelen acelerar las baladas (sí, también le dan a la canción ligera) o ralentizar las melodías más efervescentes de herencia roquera. Surrealistas en ocasiones, aparentemente descerebrados por norma y, sin duda, siempre divertidos.
Algunas publicaciones estadounidenses, donde hemos leído críticas apologéticas, han alabado su álbum de debut, que tal vez no tenga mucho que ver con la experiencia en vivo, donde estos roqueros sui generis tiran de improvisación a mansalva.
Interesante propuesta que, salvando las distancias, recordaría por momentos al estupendo
When de Vincent Gallo, una joya lo-fi con pinta de haber sido grabada en una penumbrosa habitación, tras la intimidad de un cristal azotado por la lluvia.
Eso sí, para que se pareciese a
Born To Be A Motorcycle, el actor de Buffalo tendría que haberlo interpretado tras encender la televisión, subir el volumen sin reparos e ignorar los gritos de la histórica vecina del quinto. Una exquisita locura.