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SUEÑOS. No suelo recordar lo que sueño, pero hoy a falta de uno, recuerdo dos.
Ha sido una noche rara. Primero me dormí rápido, pero no sé que sucedió, que casi me ahogo con mi propia saliva (ni siquiera con mi propio vómito, como los buenos rockeros), y me desperté de un salto entre estertores.
Después de eso vino el primer sueño.
Yo miraba la tele. Estaban dando "Qué apostamos" (programa añejo, igual alguno no lo recuerda), pero en lugar de Anita y Ramonchu lo presentaba la mismísima Rafaella Carrá, tan perfectamente conservada como siempre, o como nunca.
Rafaella estaba delante de una piscina, y a su lado permanecía seria y circunspecta Marlene Morreau, envuelta en un albornoz. No era para menos, le iba la carrera en ello: ella era la que proponía la apuesta.
Al más puro estilo qué apostamos, Rafaella sostenía el muñeco de un bebe, de los que beben biberón y se cagan, todo de plástico, con sus morritos haciendo una pequeña imitación de los de Marlen. Rafaella decía que aguantara la publicidad, que el muñeco tenía mucho que ver en la apuesta, que no me fuera a ningún lado, por Dios bendito.
Al volver, Marlene ya estaba en la piscina, completamente desnuda, aunque el regidor cumplía con su deber, y no enseñaba nada de carne lasciva. A su alrededor, un montón de bebés como el que Rafaella sostenía entre sus brazos flotaban. La presentadora decía que Marlene apostaba a que era capaz de sacarlos a todos en no recuerdo qué tiempo, pero sin utilizar sus manos para lanzarlos.
Yo me había perdido algo, no entendía cómo iba a hacerlo, pero el cronómetro arrancaba. Y entonces sucedió: Marlene se puso en posición de hacer el muerto sobre el agua (el realizador mostraba su rostro en primer plano o un plano raso sobre el agua para enseñar lo mínimo, pero ya era inevitable), introdujo uno de los bebés entre sus piernas, puso en marcha toda su maquinaria interna, y lo proyecto con una fuerza asombrosa hacia fuera de la piscina. Y así uno tras otro.
Y entonces me he despertado por segunda vez, esta vez entre carcajadas.
Una vez he logrado parar de reírme, me he vuelto a dormir, y he tenido otro sueño. Esta vez algo menos surrealista, pero no menos raro.
En el sueño estaba en un juicio, como acusado, y justo en la parte en la que me declaraban culpable. Me confundían con un asesino en serie (supongo que el dormirme viendo Scoop tuvo algo que ver, pero no sé porqué cambié a Scarlett por Marlene en el primer sueño; puede que fuera porque si la llego a usar en él, la habría anulado en mi mente para posteriores sueños húmedos), me condenaban a la silla eléctrica, silla que ya estaba preparada en un rincón de la sala, y me decían que me tomara asiento.
Justo antes de sentarme, me llamaban al móvil, y yo respondía. El juez me decía que me saliera fuera, que no había ningún problema. Era una llamada del trabajo, y yo me entretenía en explicarle algo complicado de ordenadores a alguien que tenía problemas incluso para encender el ordenador. Así que mi ejecución se retrasó una hora, no por la llamada del gobernador, sino por la llamada del inepto. Mientras, el asesino en serie planeaba su golpe maestro: sincronizar otra muerte con mi ejecución.
Me desperté antes del desenlace, así que no sé si yo era el inocente que muere a manos de una justicia implacable y ciega, al más puro estilo Clint Eastwood, o el socio de un tándem de asesinos de pelis de grito y teta fácil, tipo Scream (aunque en esa precisamente no haya ni un mísero pecho).
Publicado el lunes, 15 de enero de 2007, a las 9 horas y 01 minutos
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