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¿QUERÉS SERVESA?. [O lo que te dice un vendedor de cerveza pakistaní, perdón, vendedor pakistaní de cerveza (sea cualquiera su procedencia), residente en Barcelona, que ha aprendido su español (o castellano, según gustos) hablando con un argentino]
Publicado el sábado, 3 de noviembre de 2007, a las 1 horas y 39 minutos
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ESTÁNDAR. .
- ¿Tú ya has estado por aquí, verdad?
Tras mirarme varias veces dudando, el camarero se decidió a preguntar. La respuesta fue que no, que nunca había estado en ese restaurante. Donde sí que había estado era en una situación similar.
Me ha pasado en Barcelona, me pasó en Alemania, en Alicante en varias ocasiones. Todo el mundo tiene algún amigo, algún conocido, que es increíblemente parecido a mí. Todo el mundo, por lo tanto, me reconoce. Mi cara les suena, les resulto familiar, o directamente, soy esa persona.
Supongo que soy un producto en serie, y no ese ente individual e irrepetible que se supone que somos todos. No soy el copo de nieve que no tiene igual, sino el cubito de hielo de una cubitera.
Soy estándar. Pero me divierte.
Publicado el jueves, 8 de noviembre de 2007, a las 11 horas y 31 minutos
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INFANCIA.. Mi calle, la cuesta abajo, los raíles del tranvía entre el adoquín, la estación de tren a dos manzanas, el final del mundo conocido. Los autobuses que, cuando pasaban, interrumpían un juego, normalmente el fútbol, pero daban pie a otro, lanzar la pelota sobre el autobús para que el compañero la cogiera al otro lado. Las pelotas que se fueron sobre el techo del autobús. Mis gatos, mi perro Sento, mi perro Ulises, que me arrastró de la correa unos buenos metros sobre tierra. Alguien que me robó mi cadena de oro donde ponía que soy alérgico a la penicilina a hostias. Los yonkis cruzando el parque mientras se preparaban el pico. Mi vecino con muletas y una sola pierna, y el túnel que improvisaba bajo la ex-pierna. Libros y cómics en otras casas ocultos y prohibidos, en la mía dispuestos a ser leídos, pese a que no entendía casi nada de lo que leía. Las partidas interminables de Risk (el que perdía no volvía en semanas), alguien que tocaba un saxo, alguien que tocaba la guitarra, alguien que dibujaba historietas. Alfonso y sus remedios contra la gripe, Alfonso y sus juegos inventados, Alfonso y las castañas. La casa cada vez más grande, el patio cada vez más pequeño, la obra eterna. La cortina de macramé. Las inundaciones. Mi amigo David, su hermano Santiago, mis primos Ernesto y Eric. Los juguetes hechos por nosotros con madera, las pistas de canicas con tuberías, correr por los tejados, la vuelta a la manzana de chapas (siempre coincidiendo con la vuelta a España). Tomás y Caturla. El quiosco de Urios. Doña Benita, Carmen, y don Salvador. Micho uno y Micho dos. El ajedrez, la biblioteca y las mascotas de clase, hacer las montañas del belén del colegio con papel de periódico y la mezcla de cola blanca y agua.
Mi madre, su sonrisa, su risa. Mi padre, su barba, larga, sus chanclas. Su risa también.
Lejos, cerca.
Publicado el lunes, 26 de noviembre de 2007, a las 4 horas y 29 minutos
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