IT'S RAINING MEN.... En un anuncio que me estropea una cena entre dos espias sin cartera, y justo cuando abren la puerta de una sospechosa despensa, una chica enlutada se mira al espejo. Imagino que se ve tan sosa y triste, que su cabeza se vuelve loca mientras suena ese canto de guerra: Estan lloviendo hombres... y yo de funeral.

Y en el tiempo en que un alemán abre y se bebe una cerveza, se nos convierte en una viuda negra ante nuestras ojeras (anoche hubo juerga).

No me llama la atención su conversión, ni su superación olímpica en segundo y medio al pasar de la aflicción a la expansión, ni siquiera ese recogido convertible en una melena esponjosa y suelta, sino cómo cambia ese bestido de "monja cocleta", por el modelito que luce con tan sólo arrancarse telas y telas, ante nuestra sorpresa.

La sorpresa de todas las mujeres que sabemos que para modificar un bajo o una delantera, hacen falta no sólo unas manos expertas, sino una semana entera.

Y ella, muda, cual lagarta de culebra a pantera, como el que se abre de piernas, o bosteza.

Me encanta la publicidad. ¡Pero coño, que no nos mientan!

No me extraña que los tios crucen los dedos cuando vamos al baño. No es que esperen una mujer nueva... es que temen que les den el cambiazo. Hoy oferta: Me quito las pestañas que me molestan y me pongo coloretes y coletas... para compensar el pinchazo de mis pechos baratos y la pérdida de mi lentilla azul brillante con reflejos de auténtica.

Qué bueno son los publicistas que nos llaman la atención sobre algo cansino, tedioso y demasiado habitual como es la realidad.