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LA VERDAD. Nueva carta de Altares (Mario), donde habla del último cine estadounidense. Esta vez no siempre comparto los juicios de mi amigo, expresados con su acostumbrada vehemencia. Sin embargo, no me resisto a reproducir algunos fragmentos de su discurso: «El cine norteamericano reciente está obsesionado por la verdad. Eso que algunos críticos han (¿habéis?) querido ver como un regreso al compromiso no es más que un deseo, apresurado y nostálgico, de entonar el último himno a la patria, a las ruinas del american way of life. Pero nunca se tratará de una elegía ni de un réquiem, sino de un himno acaso más desencantado, pero himno al fin y al cabo. Munich quiere decir la palabra definitiva sobre el conflicto palestino-israelí, Crash se presenta como la gran epopeya coral sobre el racismo, Brokeback Mountain transmite la voz del tío Sam acerca de la homosexualidad en clave de dramón a la vieja usanza, y Buenas noches, y buena suerte proyecta las mentiras de la caza de brujas sobre las sombras de la administración Bush. De acuerdo. Pero el celuloide americano formula muy pocas preguntas y aventura demasiadas respuestas. Para hacer buen cine social hacen falta cuestiones, interrogantes que nadie (ni siquiera el guionista) pueda despejar. En el cine estadounidense sobran palabras, hipótesis, imágenes; en definitiva, sobra metraje.

Dos ejemplos más: Syriana se define como una cinta política, pero tanto argumento, tanta subtrama, tanto embrollo argumental acaba por emparentarla con el cine de espías. La película quiere reflejar La Verdad sobre la corrupción económica, pero al rato uno no sabe si está viendo un remake de Traffic o un adelanto de la próxima entrega de Misión imposible. No quisiera parecer injusto: hay pinceladas críticas, cierta voluntad de denuncia, pero al final el espectador se queda con un batiburrillo de hombres con turbante, desiertos infinitos y George Clooney disfrazado de Jaime el Barbudo. La verdad oculta (cuyo título se presta a confusión con la infame Lo que la verdad esconde) habla de una verdad en minúscula, urdida como una intriga familiar. No obstante, tras la cercanía teatral de sus imágenes y el diseño de los personajes se advierte la enésima variación sobre el género de autoayuda y superación. El síndrome Una mente maravillosa trasladado al ámbito de las relaciones paterno-filiales, fraternales, amorosas. En el desenlace, sin embargo, sólo importa la prueba del título original de la película —Proof—, que todos sabemos que Gwyneth Paltrow va a superar cum laude. A veces pienso que Lampedusa tenía razón: es necesario que algo (¿todo?) cambie para que todo siga igual». Por una vez, sin embargo, este cronista esgrime su derecho a discrepar: puede que Syriana y La verdad oculta no sean dos obras maestras, pero sólo por su honestidad cinematográfica vale la pena recomendarlas al espectador con inquietudes. Ahora que Mario no nos oye…

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Publicado el lunes, 27 de marzo de 2006, a las 21 horas y 15 minutos


[1] A lo de Lampedusa. Prefiero la versión de Lewis Carrol en boca de la Reina Roja: "Tienes que correr todo lo que puedas para quedarte en el mismo sitio". Acompáñese esta frase de la reina con su comitiva de cartas y Alicia corriendo todo lo que pueden, mientras el suelo corre bajo sus pies, pero ellos no se mueven ni un pelo. Y de repente Alicia decide...
Comentado por fotocopiado | 28/3/2006 04:17 | http://www.bestiario.com/fotocopia
[2] Buenas noches y buena suerte. Dejo un fragmento de la entrevista a Eduardo Mendoza publicada en el EP[s].

¿Hay, pues, un plus que la novela de hoy debe dar al lector?
Creo que sí. La novela del siglo XIX que buscaba la identificación con el lector, hoy, desde mi punto de vista, debe ofrecer un componente de realidad histórica, local y material muy concreta. Y en este sentido, sí que la novela-novela, la de “me gusta que me expliquen una historia”, ya no funciona. A todo el mundo le gusta que le cuenten historias, pero sobre todo a todo el mundo le gusta explicarlas, que no es lo mismo. Ya desde pequeños tenemos la tendencia a agarrar el micro y a no soltarlo.

Hay otro ejemplo reciente de este plus histórico que usted reclama. La película de George Clooney ‘Buenas noches y buena suerte’, sobre la ‘caza de brujas’ del senador McCarthy.
Precisamente. Es buenísima, da mucha información sobre un mundo que ya no existe. Yo asistí a la desaparición de esos talk-show cuando residí en Nueva York [entre 1973 y 1982]. Era el periodismo de verdad llevado a las salas de estar de los hogares, un auténtico referente que la gente comentaba en la oficina a la mañana siguiente. Luego la televisión se convirtió en mero entretenimiento y perdió su función de informar.

Eso no llegamos a verlo aquí en España.
No, porque aquí con la televisión pasamos sin transición del salvajismo de la televisión franquista a la decadencia que la convirtió en mero entretenimiento y publicidad. Yo llegué a Estados Unidos cuando la televisión daba en directo el impeachment y la dimisión de Richard Nixon. La gran diferencia con el país que dejaba atrás es que la gente estaba enganchada a esa realidad política que se retransmitía en directo como si fuera un partido del Barça. Y no lo era. Era política.
Comentado por manu | 28/3/2006 17:43
[3] batalla en el cielo. quisiera que hicieran una critica de esta peícula de carlos reygadas "batalla en el cielo"
Comentado por B. | 30/3/2006 21:08
[4] Reygadas. Aunque no por falta de ganas, me temo que este cronista no puede en estos momentos hacer una crítica de "Batalla en el cielo", ya que en su día se le escapó de la cartelera y las películas son como el correcaminos: cuando uno no las caza de inmediato, corre el riesgo de pasarse la vida detrás de ellas y escuchar un sardónico bip bip como música de fondo. Intentaré recuperarla en vídeo.
Comentado por Betaville | 31/3/2006 15:00






Ilustración de Toño Benavides
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