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EL VICIO DE MIAMI. Michael Mann es un caso curioso. Después de velar sus primeras armas en filmes de baratillo y en series televisivas —entre ella la versión original de Corrupción en Miami—, la «intelligentzia» crítica lo elevó a los altares de la autoría gracias a películas tan irregulares como la hiperactiva Heat, la grandilocuente El dilema o la que, para este cronista, es la mejor cinta de Mann hasta la fecha: Collateral. En aquel itinerario nocturno de un burocrático asesino a sueldo, que en muchos aspectos parecía la copia en negativo de ¡Jo, qué noche!, Mann consiguió por una vez que su estilo acompasase los fotogramas sin disentir demasiado de ellos. Los grandes angulares, las cámaras aéreas y, en definitiva, el sentido «operístico» de lo que debe ser la realización cinematográfica se avenía bastante bien con la peripecia de un Tom Cruise crepuscular que acaba descubriendo los rostros de la amistad, el miedo y la traición dentro del taxi que conduce Jamie Foxx.

Sobre la adaptación a la gran pantalla de Corrupción en Miami, Mann declaraba recientemente que su intención no había sido rodar una película «retro» que reviviera la década del ochenta, sino más bien «hacer algo actual y que tuviera un aire de realidad» («El Cultural» de El Mundo, 7-13 de septiembre de 2006, p. 47). En opinión de quien esto suscribe, la propuesta del director tal vez sea coherente, pero se sustenta en un enorme malentendido. Y es que Corrupción en Miami, como cualquier producto posmoderno, pervive en la mitología popular debido a su carácter icónico. En suma, Corrupción en Miami es para cualquier espectador mayor de veinte años un estribillo pegadizo, un fotograma de lanchas deportivas, los trajes blancos y la coleta de Don Johnson. Además, Mann no se atreve del todo a emanciparse de su criatura y le pone la misma coleta a Colin Farrell, a quien le sienta como a un santo un par de pistolas.

La coleta de Farrell es sintomática del desarrollo de una película que nunca llega a existir como producto exento. A medio camino entre el pasado y el presente, en Corrupción en Miami hay un problema de prefijos: todo suena a archisabido a pesar del hiperrealismo de la realización. Evitando escrupulosamente caer en lo hortera, Mann cae en algo mucho peor, el aburrimiento. Ni los tiroteos nocturnos ni las incursiones sentimentales tienen aquí la suntuosidad kitsch que cabía esperar de una película de semejantes características. Al contrario, la atonía predomina a lo largo de un dilatado metraje en el que Mann encadena las escenas de acción con la misma impostada trascendencia que si se tratase de la despedida de Madame Butterfly. Tampoco arregla el desaguisado uno de esos repartos internacionales que convierten a Gong Li en poco probable femme fatale y a Luis Tosar en imposible mafioso galaico-colombiano. En cuanto a Jamie Foxx, bastará con decir que su sombra en ocasiones surcaba la pantalla. A pesar de su frenético montaje, en Corrupción en Miami Mann lleva al extremo la descompensación entre fondo y forma que parece ser una de sus marcas de estilo. Sin embargo, la planificación tiene su importancia, porque uno de los peores ridículos en que puede incurrir un director es que crea estar filmando un aria trágica y el espectador no vea sino el brindis de La Traviatta. O si no que se lo pregunten a Oliver Stone, otro virtuoso en el arte de desafinar en los mejores momentos.

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Publicado el sábado, 16 de septiembre de 2006, a las 10 horas y 57 minutos


[1] Mala. Y lenta. Poco más puedo decir. Dos horas viendo a Collin poniendo caras de "cómo me molo" (muy bien escogida la foto, por cierto) o de "me he pillado el dedo con la puerta" son demasiadas para mí. Eso sí, un vistazo merece la pena echarle. Ese pelo entre estropajoso y marrano que luce Collin es digno de verse. Y el bigotillo... Dicen que eliminaron un desnudo frontal del Farrell porque la tenía tan grande que el público dejaba de ver la peli, y pasaba a comentar la miembrada. Pues yo me pasé la pinícula entera con ganas de arrancarle el bigotillo...


P.D: Si hay algún familiar de Collin, o él mismo en persona, decir que no es nada personal; en otras pelis sí me gusta...
Comentado por fotocopiado | 18/9/2006 18:11 | http://www.bestiario.com/fotocopia






Ilustración de Toño Benavides
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