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EL CRIMINAL NUNCA GANA. Dicen las malas lenguas que Chabrol planifica los rodajes de sus películas tras consultar en la guía Michelin los restaurantes de Francia que aún no ha visitado. Y, en efecto, la fama de bon vivant que acompaña al director suele plasmarse, en sus últimos trabajos, en unas narraciones policíacas que ofrecen un retrato distanciado de la burguesía mediante un humor negro rayano en el sarcasmo. A pesar de que ya no le quedan muchos itinerarios (estéticos, geográficos ni gastronómicos) por explorar, este veterano realizador aún sabe imprimir a sus películas una tonalidad propia. Así ocurre con su último estreno, La dama de honor, que, aunque adapta una novela de Ruth Rendell, en realidad retoma algunos de los tópicos chabrolianos de toda la vida.
A Chabrol no le interesa aquí ni ofrecer el retrato-robot de una mente criminal ni diseccionar con el bisturí de su cámara los hábitos de los «buenos burgueses» de los años sesenta y setenta. En cambio, siguiendo la senda trazada por sus películas precedentes —desde No va más hasta La flor del mal—, intensifica el acento humorístico para reflejar el peculiar «descenso a los infiernos» de un joven trabajador de provincias (Benoît Magimel) que se ve atrapado en la red amorosa de una enigmática muchacha, la «dama de honor» a la que hace referencia el título de la película. En uno de sus crescendos narrativos habituales, Chabrol transita desde una mirada irónica a los «secretos de familia» hasta una peculiar relectura, no menos paródica, de Extraños en un tren, de Hitchcock. Con todo, la servidumbre a los códigos del relato policíaco es aquí mucho menor que en los filmes previos del realizador, habida cuenta de un enfoque burlesco que impide toda clase de adhesión sentimental hacia unos personajes que, bajo su aparente normalidad, encubren aficiones tan variopintas como el fetichismo, la cleptomanía y el asesinato. De hecho, Chabrol se mueve en un terreno de extrañeza que le permite incluir algunos guiños casi almodovarianos en la descripción de los personajes (el cuñado de Magimel) y en la explicación de sus actitudes (la curiosa fijación del protagonista por la estatua de Flora que se halla en su jardín, y que luego simbolizará a su amada).
No obstante, si bien La dama de honor no está exenta de raras virtudes, Chabrol incurre en ciertos excesos que empañan sus logros. Así, en ocasiones está a punto de despeñarse por el abismo del humor chusco (el policía que pisa un excremento de perro mientras persigue al personaje, en una secuencia calcada de Prêt à porter, de Altman) o de una truculencia poco acorde con el tono liviano de la película (en el desenlace, que no desvelaremos aquí). En resumen, La dama de honor es un filme irregular que acaso no recupera al mejor Chabrol, pero que supone un eslabón coherente en su filmografía. Y eso, a sus setenta y cuatro años, es un ejercicio de virtuosismo que bien vale una entrada.
PS: La semana pasada Garci proyectó en su programa La ceremonia (1995), donde Chabrol adaptaba por vez primera a Rendell. Quienes lograsen sobreponerse a los comentarios de los tertulianos y a las tandas publicitarias de rigor podrían ver una de las cimas estéticas del director, que además señala el punto de inflexión entre su penúltima etapa (más seria y analítica) y sus filmes más recientes. En el estreno de La ceremonia, decía Chabrol que se trataba de la última película marxista rodada por alguien no marxista. No obstante, hemos de convenir que el director debía de referirse a un marxismo harto heterodoxo, pues si los miembros de la alta burguesía no caen, en general, demasiado simpáticos, los de clase inferior salen bastante peor parados. A menos que Chabrol propusiese, con sus dosis de cinismo habituales, la sustitución de la lucha de clases por el asesinato. Como una de las bellas artes, claro está.
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Publicado el martes, 12 de abril de 2005, a las 16 horas y 37 minutos
[1] El criminal nunca gana.... pero tiene los mejores tatuajes.
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Malp | 12/4/2005 21:53
[2] Escribe usted muy bien y ha bordado el presente texto, Betaville. Una pena que no le siga con devoción (leo, eso sí, los comentarios, algún párrafo, los arranques), quizás porque tenga miedo a que la crítica me destripe la película, tal vez porque tema que la crítica de la película me destripe.
Pero sí, siga así.
MB
P.S.- No la he visto, pero (si además lo dice usted) claro que el filme será un coherente eslabón en su ya no incoherente pero sí irregular filmografía porque, entre meandro y meandro, quizás lo que sorprendería fuese una recta. Ay, Chabrol, Chabrol... Pero qué vejete más entrañable.
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Matías Bruñulf | 12/4/2005 22:02
[3] ...lo que sorprendiere sería...
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MB | 12/4/2005 22:03
[4] ...lo que sorprendería sería...
Comentado por
MB | 12/4/2005 22:03
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