COMO LA VIDA MISMA. Familia rodante, el último filme del argentino Pablo Trapero, plantea una de las cuestiones más debatidas en la crítica cinematográfica de los últimos años. A lo largo del metraje, la película de Trapero parece formular la siguiente pregunta: ¿es posible filmar el tedio cotidiano sin transmitir al espectador esa misma sensación de hastío? La respuesta, a la vista del resultado obtenido, no puede expresarse de manera tajante.
Familia rodante es un filme construido sobre una anécdota tan tenue que corre el riesgo de no existir siquiera: el periplo de una familia numerosa en una autocaravana para asistir a una boda donde la abuela actúa de madrina. Así, el viaje es la excusa para elaborar una muy peculiar
road movie que pretende al mismo tiempo ofrecer un retrato moral de sus personajes y un diagnóstico social sobre la Argentina del presente. Lo mejor del
Familia rodante está relacionado con el primer propósito, pues Trapero logra capturar la imagen de un microcosmos familiar reconocible, lo cual no es mérito pequeño en tiempos tan proclives a los trazos esquemáticos y a las caricaturas. El director proyecta un fresco humano con una mirada que sacrifica la superioridad humorística en aras de la comprensión hacia sus criaturas ficcionales. De hecho, incluso los personajes menos simpáticos aparecen contemplados desde una perspectiva ajena a la pincelada burlesca. Por lo que respecta a su intención social,
Familia rodante se muestra bastante menos inspirada, pues confía en que sus paisajes desolados y sus pequeñas peripecias argumentales sean capaces de mantener la atención del espectador y de reflejar un universo rural casi extinto. No obstante, la poca variedad en las anécdotas —motores averiados, accidentes caseros, escaramuzas sentimentales— provoca cierta sensación de monotonía. Se diría que entonces el celuloide, igual que los desnortados personajes que pululan por la pantalla, vaga a la deriva sin saber a qué destino dirigirse.
En resumen, pese a la escasez de sustancia narrativa,
Famia rodante permite albergar buenas expectativas sobre la trayectoria posterior del director, necesitada de un aliento más universal para demostrar lo que la película tan sólo sugiere: que todas las vidas son sólo cualquier vida vista con cristal de aumento.