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LAS MEJORES PELÍCULAS DE 2004 (2). Como decíamos ayer, el año 2004 también ha dejado una interesante cosecha de cine europeo. No obstante, en estos pagos donde uno escribe, la limitada distribución de las películas no estadounidenses y su escaso tiempo de permanencia en cartel determinan la selección crítica de tal modo que el aficionado debe inferir de la parquedad de la demanda cinematográfica toda la oferta de la que pueden disfrutar las grandes capitales. Se le exige así al cinéfilo de provincias una capacidad de abstracción metonímica harto imaginativa, y un punto fatigosa. Dicho de otro modo: el amante del cine debe completar con la imaginación el mosaico fílmico del año, del que sólo conoce algunas piezas aisladas, y no necesariamente las imprescindibles. Como sucede con las fotos sicalípticas o con el celuloide rancio, el cine europeo de 2004 se le antoja a uno más interesante por lo que puede intuir que por lo que sabe a ciencia cierta. En este punto el que suscribe es consciente de actuar como la añosa tía Colata, quien ponderaba la belleza de Londres, París o Nueva York no por su propia experiencia viajera, sino únicamente «por lo que dicen». Uno se barrunta, por tanto, que la lista de cinco títulos que ofrece a continuación podría completarse hasta los diez de rigor si los númenes tutelares de la distribución hubiesen sido un poquito más benévolos con el cine danés (Las cinco condiciones, de Lars von Trier y Jorgen Leth), francés (Triple agente, de Eric Rohmer), italiano (La mejor juventud, de Marco Tulio Giordana), portugués (Una película hablada, de Manoel de Oliveira), o austriaco (El tiempo del lobo, de Michel Haneke). Tampoco nos detendremos aquí en el balance del cine español de 2004, de lo que nos exime la voluntad de dedicar a este respecto el apartado inicial de Cine, vino tinto y tortilla de patatas. Y ahí va, sin más dilación, la lista de las películas seleccionadas:
1. El arca rusa (Russian Ark), de Alexandre Sokourov. Un brumoso paseo por la historia del museo del Ermitage, en San Petersburgo. Dos fantasmas conversan mientras atraviesan las galerías del museo y descubren retazos de un pasado que siempre es mejor visto desde la mediocridad del presente. Tan lejos de la mera reconstrucción histórica como del documentalismo discursivo, El arca rusa no es sólo una de las películas más personales de los últimos tiempos, sino también una inteligente reflexión sobre la precariedad de la historia y la caducidad de la belleza. Y ojo al baile final, filmado como nadie lo había hecho desde Visconti.
2. Lejano (Uzak), de Nuri Bilge Ceylan. Una rara parábola sobre la amistad, la soledad y los desencuentros comunicativos que transcurre en un Estambul perpetuamente nevado, ajeno a los clichés habituales y a la imagen de tarjeta postal que el cine se ha encargado de difundir. Aviso: el frío del celuloide, trasunto de la deriva anímica de los protagonistas, puede dejar tiritando al espectador.
3. El regreso (Vozvraschenie), de Andrei Zvyagintsev. Otra parábola, rica en significados metafóricos, sobre el desvalimiento colectivo. En este caso, dos niños recorren Rusia de la mano de un padre al que apenas conocen, y cuyos antecedentes se le vedan al espectador hasta el final del metraje. Como en Lejano, se trata de una película con escaso diálogo, donde la filmación de la naturaleza suple las confidencias de los personajes.
4. La joven de la perla (Girl with a Peral Earring), de Peter Webber. Una coproducción entre el Reino Unido y Luxemburgo que demuestra cómo se puede hacer una excelente película a partir de un aplicado best seller. Ahora el mérito principal no recae en el director (un realizador británico con una amplia experiencia televisiva) ni en los actores (pese a la buena interpretación de Scarlett Johanson y Colin Firth), sino en la fotografía de Eduardo Serra y en la música de Alexandre Desplat. Estos últimos logran envolver al espectador en una atmósfera recién salida de los luminosos cuadros de Vermeer. Así, los tópicos argumentales —la genialidad del pintor o la inteligente inocencia de la joven sirvienta— son tan sólo los motivos secundarios de un fresco pictórico más preocupado por capturar la arruga de un rostro que el motivo que la ha ocasionado.
5. Todo o nada (All or Nothing), de Mike Leigh. Mike Leigh es, con Stephen Frears y Ken Loach, uno de los principales exponentes del cine proletario que proliferó en las pantallas inglesas a comienzos de los años noventa. Sin embargo, sus personajes, además de sufrir mucho, a veces viven y hasta se ríen. Como en su película más conocida, Secretos y mentiras, Leigh opera de un modo inverso al cine deductivo que tanto agrada a algunos de sus compatriotas: en lugar de ilustrar una tesis preestablecida, Leigh retrata las experiencias cotidianas de sus personajes y deja que éstos sean los artífices de su propio destino. De ahí el gozoso vitalismo que a veces emerge en medio de la negrura circundante.
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Publicado el sábado, 8 de enero de 2005, a las 15 horas y 06 minutos
[1] Cinco de cinco. ¿Y cómo comento tus comentarios, si no he visto ninguna de esas películas, si ni siquiera sé si las hay proyectado en mi pueblo? Tendremos que esperar a que un año de estos vea alguna de ellas en el videoclub...
Comentado por
Ribeyro | 08/1/2005 20:02
[2] Animalario invidente. ¿Video qué?
Comentado por
Lorenzo | 09/1/2005 21:16
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