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CABALGANDO HACIA LOS OSCARS (2). Brokeback Mountain, de Ang Lee, elocuentemente subtitulada aquí «En terreno vedado», es una de las candidatas más firmes a alzarse este año con la estatuilla a la mejor película. Como a estas alturas sabrán ya todos los lectores, el filme recoge el dulce lamentar de dos cowboys, Jack Twist juntamente y Ennis Del Mar, que viven una tórrida historia de amor homosexual que marcará su posterior itinerario vital. Con estos mimbres Lee dirige una película serena y de pulso clásico, que pone de relieve la habilidad del realizador cuando se trata de perderse por los vericuetos del drama, aunque en este caso la premisa argumental limite sus movimientos. A este respecto hay que aclarar un par de equívocos sobre Brokeback Mountain. En primer lugar, no se trata en modo alguno de una relectura de los códigos genéricos del western, aunque la agreste geografía de Wyoming le resulte harto conocida al espectador; y, en segundo lugar, la película tiene menos de (tardía) reivindicación de la homosexualidad que de relectura de los clichés del viejo melodrama hollywoodiense, un poco a la manera de Lejos del cielo, el ejercicio a lo Sirk de Todd Haynes, aunque sin el oropel kitsch de aquella película.

Ahora bien, las intenciones de Ang Lee no siempre se materializan en unas imágenes convincentes y en un desarrollo dramático adecuado. El filme tarda en arrancar, y lo hace de manera abrupta, sin que la inversión en el tiempo de metraje se justifique por una evolución psicológica de sus personajes. Por otra parte, el desenlace, que no desvelaremos aquí, se le antoja a este cronista demasiado forzado, como si al final Lee quisiera insistir en el trasfondo social de su película, aun corriendo el riesgo de desembocar en el cine «de tesis» que hasta el momento había conseguido evitar. También resultan acaso excesivas las derivaciones «culebronescas» del relato, si bien han de explicarse por el propio programa narrativo que despliega el filme. Más convincente cuando juega la baza del drama costumbrista (véase el excelente montaje paralelo del Día de Acción de Gracias) que cuando se deja llevar por el romanticismo arrebatado, Lee consigue al menos una película de indiscutible solidez. A ello contribuyen la sobria interpretación de los protagonistas, sin apenas estridencias, y el gran partido que el realizador sabe extraer de los desolados paisajes que surcan el celuloide. Quien haya visto Sentido y sensibilidad y La tormenta de hielo ya sabrá del sentido dramático que Lee suele atribuir al decorado de sus funciones, y que en este viaje por «terreno vedado» se halla en su máximo esplendor. Pese a sucumbir esporádicamente a la tentación del anuncio de Marlboro, al que uno de los personajes alude irónicamente en la película, Lee elabora una cinta desigual, pero coherente. Recomendable para espíritus nostálgicos de los dramones del Hollywood dorado. ¿Por qué los protagonistas nunca salen pescando?

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Publicado el miércoles, 25 de enero de 2006, a las 16 horas y 26 minutos








Ilustración de Toño Benavides
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